La mIrada

¡Qué ganas de mirar y ser mirados!

En el mundo actual, con el auge y desarrollo de las tecnologías digitales estamos cada vez más expuestos a mirar y ser mirados. La mirada a través de las pantallas presenta algunas particularidades que no se daban de otra manera. Parece haber un incremento en el afán de mostrarse de forma “transparente” ante la mirada de los espectadores del otro lado las pantallas. Exploremos este fenómeno desde diferentes perspectivas…

La mirada y la pulsión

miradaEl psicoanalista francés Jacques Lacan distingue la pulsión escópica, centrada en la mirada subjetivante, de la función fisiológica de ver. Por definición, ver es la acción y el resultado de captar el mundo por medio de la vista. Mientras que mirar, consiste en fijarse en un detalle particular de aquello que estamos viendo. 

Durante el desarrollo del sujeto, somos mirados antes de poder mirar. La madre mira a su bebé, y le va introduciendo la imagen de su propio cuerpo como algo unificado. Este bebé se va convirtiendo en un sujeto, pues hay alguien que dirige hacia él una mirada amorosa. Entonces en el/la niño(a) va surgiendo un deseo de ser mirado, y posteriormente de mirar él mismo.

Pero al igual que todo los aspectos pulsionales del ser humano, esta mirada debe tener un límite. Es angustiante para el/la pequeño(a) mirar de más, o ser mirado todo el tiempo. Es por esto que los(as) niños(as) disfrutan el juego del escondite. En este juego, el/la niño(a) se oculta de la mirada del otro, y a la vez desea que el otro lo busque. El goce que se pierde al no poder mirar o ser mirado todo el tiempo, se recupera a través del juego.

El ojo absoluto

La miradaGerard Wajcman (2011) en su libro “El Ojo Absoluto” introduce la noción de que somos mirados permanentemente. Esto se constata ante la infinidad de cámaras de vigilancia que hoy son parte del entorno natural de las ciudades. El deseo de mirar, propio de la naturaleza humana, ahora parece ser potenciado por la ciencia y la tecnología. Éstas implantan la creencia y la promesa de que tarde o temprano absolutamente todo es posible. Dentro de estas posibilidades, entra el ver todo, que se impone como un mandato. 

Wajcman propone la transparencia como un fenómeno actual. La ciencia y la técnica han sobrepasado los límites del cuerpo, pues ahora puede verse a través de la piel. El único intermediario es una pantalla, ya sea la del monitor o el televisor. Incluso el bebé ya no es sólo anticipado por la palabra, sino por “sus primeras fotografías” tomadas cuando aún habita la comodidad del vientre materno.

La mirada de la ciencia

La miradaHoy en día, todos los objetos tecnológicos tienen un ojo integrado, con una gran capacidad de memoria para almacenar todas las imágenes producidas. Entonces tomamos fotos frenéticamente, en lugar de mirar. Se mirará siempre más tarde, imágenes que son almacenadas en carpetas de la memoria. Cada una tiene su minuto de gloria para luego ser sustituida por los millones que le siguen. Wajcman titula una de las secciones de su libro: “Ver Todo, Perdérselo Todo”, ya que hay demasiadas fotos y no bastantes ojos para verlas. 

Esto se constituye en una amenaza a lo íntimo, ya que el lugar donde el sujeto puede sustraerse de la mirada del Otro le es arrebatado. La tendencia actual a la transparencia es opuesta al derecho del sujeto a ocultar su verdad inconsciente, de la que él mismo tampoco sabe nada. ¿Por qué? La mirada omnipresente del sistema sobre nuestras formas de satisfacción le proporciona información importante. De este modo, el mercado sabe cómo anticiparse y colmar todos nuestros deseos. 

Lo público y lo privado

El psicoanalista francés Jacques-Alain Miller expresa:

“Hoy no sólo tengo derecho a gozar a mi manera, sino también a decírselo a todo el mundo”.

Continúa diciendo que hay un plus de goce que no está velado, sino que se exhibe de todas las maneras posibles. La sociedad ha dado un giro para pasar de la intimidad de los goces privados de la Viena Victoriana de Freud, a la exposición pública de todos los modos potenciales de gozar.

La influencia del Psicoanálisis pasa por la idea actual de que si algo anda mal, es absolutamente necesario hablar, y por qué no, publicar. Las pacientes histéricas de Freud vivían en la época de la represión y el secreto de la doble moral. Freud liberó la palabra cuando descubrió las pulsiones y los deseos inconscientes. No se imaginó que el sujeto un siglo después estaría vociferando sus goces y desgracias, exhibiendo sus secretos más íntimos.

Consecuentemente encontramos las estanterías repletas de libros de auto-ayuda basados en la vida de personas comunes que obtuvieron los logros que la sociedad les impone como deseables. Todo el mundo tiene una historia que contar. Esta es la era de los talk shows, cada uno protagonista de su propio espectáculo. Palabras que no van dirigidas a otro, sino al lector o espectador cualquier, a quien reciba el mensaje.

La realidad como espectáculo

El paso de lo privado a lo público, no sólo implica el empuje actual a decirlo todo. No basta sólo con palabras, pues además se hace imperativo mostrarlo todo, hacerlo visible en imágenes. La sociedad del show business nos pone a disposición el goce de la pulsión escópica. El sujeto cae y consiente esta dinámica, por lo que se muestra más que dispuesto a exhibirse. 

Siguiendo a Wajcman, para esconder algo es preciso reconocerse en él. De modo que sólo es posible exhibir sin pudor cuando el sujeto no se reconoce exactamente en lo que muestra. En este sentido, el exhibicionismo apunta a algo del desapego y liberación respecto de sí mismo. Es decir, que la mirada a la que se expone no apunta a él como sujeto, no está implicado y no es responsable de lo que se ve de él. 

En este contexto surgen y se popularizan programas televisivos, que buscan mostrar a la gente “tal cual es”. Citando a Diana Wolodarsky en su artículo Reality Show:

“El Reality puede inscribirse como un nuevo gadget de la época: un objeto más de consumo ofrecido en el mercado para saturar el vacío de existir… el sujeto paga el precio de ser reducido a la condición de objeto, como un producto más del consumo del mercado.”

El ideal de fama (injustificada)

En el Siglo XXI, surgen las figuras de los influencers, you tubers, tiktokers, etc. en las redes sociales.  Da igual cómo se llamen, lo importante es atraer las miradas, puesto que la sensación de no ser mirado acarrea una irremediable falta en ser. Hay una consigna: “Me miras, luego soy. Soy mientras me miras.”

La miradaOtro factor importante a considerar es la caída de los ideales. Diariamente, incluso en las redes sociales, los sujetos-objetos de la mirada buscan fervientemente un estatus de celebridad. La particularidad y lo que le distingue de generaciones anteriores, es que dicha insignia surge ante la ausencia de un talento o saber extraordinario. Más bien se basa en la realización de las actividades cotidianas, lo cual genera admiración en sus espectadores y deseo de ser igual que ellos.

Woody Allen plasma este fenómeno en su película “A Roma con Amor”. El personaje Leopoldo Pisanello es un tipo terriblemente aburrido, quien una mañana se convierte en el hombre más famoso de Italia. Esta reflexión sarcástica de Allen, nos muestra el precio a pagar por la fama injustificada. Actualmente, las redes sociales y los reality shows, entre otros fenómenos, alimentan esta sed de ser mirados. Llegan los sujetos a borrarse con el único fin de hacerse visibles para alguien. Tal como culmina Wajcman en su libro:

“Cada quien es susceptible hoy de ser el gran reportero de todas las tragedias del mundo, desde las más grandes hasta las más minúsculas.” 

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias:

  • Miller, Jaques-Alain; Laurent, Eric. (2005). El Otro que No Existe y sus Comités de Ética. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina.
  • Nasio, Juan David (2011). La Mirada en Psicoanálisis. Editorial Gedisa. Barcelona, España.
  • Wajcman, Gérard (2011). El Ojo Absoluto. Ediciones Manantial. Buenos Aires, Argentina.
Vivo por mis hijos

Vivo por mis hijos

La publicación de hoy es más bien una reflexión sobre la dinámica entre padres e hijos, y cómo se juega el deseo entre ellos. Hay una página en Instagram que sigo y me encanta pues es una fuente muy rica de reflexiones. La misma simula el final de una sesión de análisis, donde el analizante habla y el analista le interpreta para luego decir: “Terminamos por hoy.”  Hace unos días leí una publicación acerca del deseo de los padre hacia sus hijos. El analizante dijo: “Yo vivo por mis hijos(as).” A lo que el analista respondió: “¿La vida de ellos? … Terminamos por hoy.” Tú que tienes hijos, ¿te removió algo esta frase? Y si no los tienes, eres hijo(a) sin duda. ¿Te resuena en algo a la relación con tus propios padres? 

El universo simbólico del bebé

Vivo por mis hijosAntes de nacer, el bebé se encuentra inmerso en un universo simbólico constituido por el lenguaje como estructura y los deseos de sus padres con respecto a él. Ellos lo soñaron e imaginaron un futuro para este(a) bebé, que en el mejor de los casos será uno propio. Escogen su nombre con mucho cuidado o al azar, pero siempre con un componente inconsciente importante. Hace unos días llegó a mi consulta un niño, y cuando le pregunto a sus padre por qué escogieron su nombre, me dicen que la primera sílaba es la primera del nombre del padre, y la última sílaba es la última del nombre de la madre. “Así tiene algo de los dos, se parece en una cosas a mí y en otras a ella.”, comentan el padre.

En otros casos, el/la bebé será la continuación del futuro truncado de alguno de sus padres. Llegará como un Mesías a cumplir los sueños rotos, los planes inconclusos  y las frustraciones de sus progenitores. Es fundamental, ante los(as) hijos(as) pensar en el contexto en el cual este niño o esta niña fue concebido(a). ¿Sus padres quieren para él/ella un futuro propio como sujeto de su deseo? O más bien, ¿lo toman como un objeto de satisfacción de su deseo?

Surgimiento del deseo

El deseo es un producto social porque se constituye en relación con los deseos percibidos de otros sujetos, en primer lugar el de la madre. Cuando hablamos de la madre, nos referimos a la persona que cumple la función materna.

Durante los primeros meses de vida (para garantizar la supervivencia del bebé) la madre está disponible para satisfacer todas sus necesidades. El infante está en una situación de desamparo y depende totalmente de la madre. En Psicoanálisis, la necesidad es una tensión intermitente que surge por razones puramente orgánicas y se descarga totalmente en la acción específica que le corresponde. Por ejemplo, el hambre se satisface con la acción de comer.

Cuando el bebé llora, expresa la necesidad en forma de demanda para que la madre realice una acción, al otorgarle un objeto que satisfaga esa demanda. Pero además, la presencia de la madre empieza a tomar importancia en sí misma y da una prueba de su amor. Esta doble función es el origen del deseo.

En este primer tiempo, el vínculo entre la madre y el bebé promueve la idea de unidad. Ambos se complementan, pues son cada uno es lo que colma el deseo del otro. Pero en algunas ocasiones, la madre se ausenta lo cual es experimentado por el niño como una pérdida del amor antes entregado. Esta alternancia entre presencia y ausencia, enfrenta al niño con la arbitrariedad y lo enigmático del deseo materno. Para descifrarlo, debe obtener la respuesta a la pregunta: ¿qué quiere? Para dar respuesta a esta pregunta, el/la bebé se identifica como el objeto que satisface el deseo de su madre colmando su falta. 

En un tiempo posterior esto da un giro, con la entrada del padre en la escena. Ya no ser puede ser lo que completa el deseo de la madre, sino tener un atributo que la madre desea. En cualquier caso, no lo tiene el/la bebé sino un tercero, aquel que cumple la función paterna.

¿Vivo por mis hijos(as)?

Vivo por mis hijos«Yo vivo por mis hijos(as)» es una expresión común, que sin duda tiene un sentido particular para cada individuo. Sin embargo, hay muchos padres y madres que viven para intentar hacer todo o dar todo a sus hijos(as). En un primer momento de la vida esto es necesario pero posteriormente debe darse un corte o un límite. Cuando esto falla, vemos padres o madres que continúan haciendo todo por sus hijos(as), desde darles la comida hasta completar sus tareas escolares. Los(as) hijos(as) continúan siendo dependientes de alguien más, lo cual de alguna manera obstruye su desarrollo como sujeto capaz de valerse por sí mismo.

Por otro lado, hay padres o madres que dan todo por sus hijos(as) en un intento de colmar todos sus deseos. Para ellos, no existe un «no» que ponga límites a lo que piden sus hijos(as). Y esto también tiene consecuencias, pues la vida los enfrentará con situaciones de frustración y su capacidad para manejarla será mucho menor. Pueden crecer creyendo que sus demandas siempre deben ser cumplidas y no hay nada más alejado de la realidad. 

En la relación con los hijos(as), hacer todo por ellos(as) y/o cumplir todo lo que creemos que ellos(as) desean no es vivir por ellos(as). Sin darnos cuenta, estamos viviendo sus vidas, siendo un obstáculo para el surgimiento de su deseo, su individualidad y sus capacidades. Más que decir «vivo por mis hijos», los(as) niños(as) necesitan que alguien desee para ellos(as) un porvenir individual. De lo contrario, corre la suerte de convertirse en su objeto de satisfacción incapaz de desear por sí mismo(a). En fin, un(a) hijo(a) necesita el amor de sus padres y el deseo de estos de un futuro propio como sujeto. 

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Saber y sabor de ser padres

Ser padres no es algo que esté dado a priori. Contrario a lo que nos enseñan y lo que dictamina nuestra cultura y algunas religiones, las mujeres y los hombres no son padres de forma natural o espontánea. No es un esencialismo que viene dado por el hecho de podernos reproducir. Tener un hijo es una cosa, y ser padres, ejercer la maternidad y la paternidad, es otra cosa.

Quizá esta idea pueda parecer en primera instancia escandalosa. Sin embargo, nuestra cotidianidad muestra constantemente cómo hay personas que tienen hijos sin el deseo de tenerlos o criarlos. Padres de cuerpo presente pero ausentes en su función, padres no presentes pero que sí ejercen su función, personas que sin haber procreado a un niño lo asumen como propio y lo crían. Y un sinfín de posibilidades más que muestran como nuestra capacidad reproductiva es algo del organismo. Esto puede o no estar acompañado del deseo y el amor por ese hijo, por cuidarlo, criarlo. Pero sobre todo, acompañarlo en un recorrido que a veces tiene un sabor dulce y otras amargo. Y cuando digo padres me refiero tanto a la madre como al padre, a ambos.

Función materna y función paterna

Por eso el Psicoanalisis Lacaniano habla de la función materna y la función paterna. Podemos definirlas como aquellas funciones necesarias para garantizar la vida de un niño desde antes de su nacimiento. Más allá, son funciones necesarias para que ese bebé, ese organismo que nace absolutamente dependiente de los cuidados de otro, pueda convertirse en un sujeto. Además, que se oriente y sepa hacer algo para atravesar las dificultades inherentes a la vida y la existencia. 

Si creemos con Jacques Lacan que lo que hay son funciones, la materna y la paterna, esenciales más no esencialistas, entonces estas funciones pueden ser ejercidas por cualquiera. Pueden ser ejercidas por los padres biológicos claro, pero también por una madrastra o un padrastro, por unos abuelos, por tíos, por un docente, cuidador, etc. 

Hacerse cargo

Esto muestra que, más alla de la biología, al ser funciones existen en tanto hay alguien que se hace cargo de llevarlas a cabo. Pero este hacerse cargo no solo incluye el dar de comer, cargar al bebé, asearlo, etc. Se trata sobre todo de eso que va a permitir nombrar y distinguir a ese niño. Estas funciones requieren que el adulto desee hacerlo, desee y ame a ese niño, es en sí un acto de voluntad.

Los genitores, es decir, los que engendran un bebé, nunca son padre o madre automáticamente. Es necesario pasar esto por la simbolización. Si tuvieramos esto presente, si nos hablaran de esto, pienso que sería más fácil y menos angustioso aproximarnos a la noticia de la llegada de un bebé, los cuidados agotadores de los primeros meses, y los sinsabores y retos que están presentes durante todo el encuentro con un hijo. Y me parece que estos retos y aprendizajes solo cambian con el tiempo, pero no desaparecen porque quererse no tiene horario ni fecha en el calendario.

Si nos liberáramos de los esencialismos, y nos dieramos el tiempo de preguntarnos por nuestro deseo en torno a la maternidad o paternidad. Esto implica hablar con nuestra pareja sobre la posibilidad de concebir un hijo, y de cómo pensamos esas funciones, con honestidad y apertura, con menos culpa y expectativa. Entonces, quizá sería todo más llevadero y satisfactorio. Podríamos ejercer la maternidad y la paternidad con mayor libertad, en posición de pregunta. Esto es ir más allá de lo que tradicionalmente se restringe para un hombre y una mujer frente a un niño y la idea de familia.

Saber y sabor de ser padres

Ejercer la maternidad y la paternidad implica un saber que se va construyendo, un saber que siempre será no todo. No se puede saber todo de algo, haber tenido un hijo no conlleva saber todo de ello, el basto desarrollo teórico de la pediatría, psicología, educación, etc., no ha resuelto la imposibilidad de saberlo todo de un niño. Ese saber no es solo teórico, no es una acumulación de conocimiento sobre el parto, el nacimiento, el desarrollo y la infancia. Yo diria más bien que es un saber hacer con un hijo, saber que siempre es único, porque ese hijo en tanto sujeto es singular, y por ello el vínculo que se establecerá con él también será único, y de ello ningún libro puede dar cuenta. 

Ejercer la maternidad y la paternidad implica también un olor, un gesto, una caricia, un ritmo, una mirada, un sonido, un sabor, a veces dulces, y otras no tanto. Aunque se tengan muchos hijos, siempre se tiene uno, más uno, más uno, porque ese encuentro entre los padres y ese hijo es único, con un saber hacer y un sabor singular e irrepetible.

Texto escrito por: Nathaly Ponce Ulloa. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.

La imagen del cuerpo y la tecnología

En la actualidad, con todos los avances tecnológicos, surge una pregunta sobre el impacto de la tecnología en la imagen del cuerpo. Para introducir el contexto del vínculo del sujeto con su cuerpo, se tomará como referente la ponencia de la psicoanalista francesa Marie-Hélène Brousse sobre “Cuerpos Lacanianos” (2010). Según Brousse, el gran aporte del psicoanalista francés Jacques Lacan con respecto a la imagen, fue la delimitación de la misma como teniendo un poder en lo real. Es decir, como algo que es eficaz y tiene consecuencias en lo real.

Brousse retoma el ejemplo que utiliza Lacan basado en la etología sobre la reproducción sexual de las palomas. De acuerdo con estos estudios, para que los órganos sexuales de estas aves se reproduzcan, es necesaria la percepción de la imagen de otra paloma en un momento crítico de su desarrollo. Por su parte, en el desarrollo infantil, se observa cómo la concepción del cuerpo se construye a partir de la relación del niño con su imagen en el espejo.

El estado de la imagen y la imagen del cuerpo

Durante las primeras etapas del desarrollo, predomina en el bebé lo que Lacan llama la fantasía del cuerpo fragmentado. Según la misma, el bebé no experimenta su cuerpo como un todo unificado, sino como partes aisladas. Lo podemos observar cuando el infante encuentra sus piecitos y los introduce en su boca, como un objeto de satisfacción de su pulsión oral. 

El Estadio del Espejo es un concepto propuesto por Lacan que consiste en el paso de la experiencia del cuerpo fragmentado del bebé recién nacido, al reconocimiento e identificación de la imagen de su propio cuerpo en el espejo. La madre en su discurso le indica “éste eres tú”, creando paulatinamente en el niño la imagen de sí mismo.

Esta experiencia ocurre en tres tiempos:

  1. Primero el bebé experimenta una confusión entre sí mismo y el otro. Como si percibiera la imagen de su cuerpo como la de un ser real al que intenta acercarse o atrapar. Esto domina la dialéctica del comportamiento con sus semejantes.
  2. Luego, puede distinguir la imagen del otro de la realidad del otro. Descubre que el otro del espejo no es un ser real sino una imagen, por lo que ya no intenta atraparla. 
  3. Surge la convicción de que la imagen del espejo es la suya. Al reconocerse, el niño reúne el cuerpo fragmentado en una totalidad unificada, que constituye la representación del propio cuerpo. El reconocimiento de su imagen en el espejo, constata la conquista de su identidad. 

Si el niño no atraviesa satisfactoriamente este estadio, se hace una barrera protectora, donde fallan la simbolización del cuerpo y las identificaciones primarias. Siendo que la unidad de la imagen corporal no está lograda, si algo de esta imagen o del entorno se altera, surge la angustia del ser, experimentada como angustia de muerte o angustia de fragmentación.

Del cuerpo fragmentado a la imagen del cuerpo

Volviendo a la ponencia de M.H. Brousse, en un principio el niño experimenta sensaciones orgánicas múltiples sin unidad, lo que Lacan denominó cuerpo fragmentado. La unidad posterior del cuerpo no viene de estas sensaciones, sino de la imagen encontrada en el espejo (o en el otro primordial). Con el logro de la imagen unificada del cuerpo, en la psique se establece una suerte de velo que cubre al cuerpo fragmentado. Brousse lo conceptualiza de la siguiente forma:

La barra representa al velo, que deja al cuerpo fragmentado en el inconsciente. Cuando esta barra falla, se dan fenómenos característicos de la psicosis. En dicha estructura psíquica, se evidencia como el cuerpo está fragmentado. Por esto, la auto-mutilación es posible, ya que son sólo partes que pueden desprenderse sin más.

En sujetos neuróticos, ocurren fenómenos que evidencian la angustia ante la caída de este velo. M.H. Brousse pondrá dos ejemplos que ilustran muy bien este aspecto. El primero, muy cotidiano, se trata del cabello. Éste es una parte de la imagen exaltada y con un alto valor fálico en todas las culturas, aunque sea de maneras distintas. ¿Qué ocurre cuando vemos hebras desprendidas del cuero cabelludo en el lavamanos o la bañera? Fuera de la imagen unificada produce una sensación repulsiva.

El segundo ejemplo, se basa en el film “Salvando al Soldado Ryan”. Se enfoca en la escena donde un soldado es lanzado al suelo producto de una explosión. Al ver a su lado su propio brazo desprendido de su cuerpo, entonces grita. Esto evidencia como algo de la imagen del cuerpo cortado produce terror. Lo mismo ocurre con las voces y la mirada, que nos son familiares siempre que parezcan provenir de una boca o unos ojos humanos.

Los efectos de la ciencia en la imagen del cuerpo

En la actualidad, el desarrollo de los discursos de la ciencia y la tecnología, han impactado el modo en que el sujeto experimenta la imagen de su cuerpo. En ocasiones produciendo la experiencia del cuerpo fragmentado característica de etapas más tempranas del desarrollo. ¿Qué fenómenos actuales dan cuenta de estos procesos?

1) El cuerpo visto desde dentro

La imagen del cuerpo ahora está separada de la percepción visual humana. Un ejemplo claro son las ecografías, que constituyen las primeras imágenes del bebé antes de nacer. Del mismo modo, con el uso de los ultrasonidos, los médicos pueden ver a través de la piel. En la actualidad, somos capaces de ver elementos que no existen en la experiencia perceptiva posible para el ojo humano. Aunque el sujeto esté detrás, son imágenes imposibles de ver sin las máquinas. 

2) El cuerpo como objeto científico

El discurso de la ciencia ha alterado la vivencia de cuerpo fragmentado, que ahora no está velado sino expuesto. La ciencia ha despojado al cuerpo de la imagen que lo recubría. Ahora, se ha constituido en su objeto de estudio, e incluso un objeto de comercio que se puede comprar o intercambiar. Es lo que ocurre con los trasplantes de órganos, su donación e incluso su tráfico.

3) La ideal y falsa imagen del cuerpo

Del mismo modo, la imagen del cuerpo es un aspecto importante del yo ideal. Hay sujetos para los cuales la imagen de su cuerpo no corresponde con este ideal. En la actualidad, la cirugía plástica estética está disponible para tratar de cerrar esta brecha en la realidad. En algunos casos, se busca un ideal de belleza, en otro incluso un cambio de sexo. Lo cierto es que el abuso de esta práctica crea perplejidad en el observador.

4) Los gadgets como extensión del cuerpo

La realidad virtual y la tecnología de teléfonos celulares permiten por un lado una suerte de conexión entre la máquina y el cuerpo, al igual que el lente de las cámaras fotográficas con el ojo. La ciencia hace posible superar otra barrera, el objeto está presente en su ausencia. Del mismo modo que el ojo humano no tiene la capacidad de ver a través de la piel, físicamente es imposible estar simultáneamente en dos sitios. La ciencia y la técnica lo han hecho posible, siempre que se tenga la máquina. El consumo de las mismas se torna vital.

5) El cuerpo virtual

El cuerpo en las redes sociales cumple algunos rasgos de los otros fenómenos mencionados. Primero, la ausencia del cuerpo real en el establecimiento de los vínculos interpersonales. Dos o más sujetos pueden relacionarse sin estar en el mismo lugar físico, por medio de los aparatos electrónicos y el internet.

Por otro lado, es posible hacer una “cirugía virtual” de uno mismo, al plasmar en las redes rasgos ideales para el sujeto, que pueden o no corresponder con la realidad. En el plano de la imagen, el uso de filtros, aplicaciones, y programas como Photoshop, permiten alterar esa imagen y mostrar a sus “amigos” o “seguidores” una cara más hermosa según con los estándares de belleza de cada quien.

Pros y contras

En muchos casos, el modo en que la tecnología impacta la imagen del cuerpo es beneficiosa para el sujeto, proporcionando oportunidades sobre todo el en ámbito de la salud. En otros casos, la tecnología se constituye en un medio a través del cual es sujeto manifiesta alguna dificultad con respecto a la imagen de su cuerpo, en relación consigo mismo y con su yo ideal. El grado en que estos cambios en la tecnología y la ciencia tengan un impacto o no en el sujeto depende de factores que se relacionan con la resolución de procesos psíquicos complejos en la infancia y el desarrollo posterior.

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias:

Sexualidad infantil

La sexualidad infantil

El sujeto en la depresión

Una depresión para todos

Sujeto en la depresiónEn la actualidad, el trastorno depresivo es una de las afecciones con más incidencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la principal causa de discapacidad y afecta aproximadamente a 350 millones de personas en el mundo. Este aumento se asocia con diversos factores, entre ellos los avances en la ciencia y el sistema capitalista. Hoy en día con la pandemia por COVID-19, muchas más personas están presentando signos de depresión. Así como ansiedad, como también ha aumentado la ansiedad en tiempos de pandemia.

La depresión como diagnóstico atañe a la psiquiatría y la psicología, disciplinas que toman como referencia los manuales de clasificación de las enfermedades mentales. En ellos se enumeran los síntomas observables que deben cumplirse a modo de checklist. El DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición) presenta los Trastornos Depresivos como aquellos que se caracterizan por la presencia de tristeza, vacío, o afecto irritable, acompañado por cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente la capacidad de funcionar del individuo.

De acuerdo con este enfoque universalista de la depresión, el sujeto queda reducido a una serie de signos que tienen en común el estado de ánimo decaído. Los diferentes trastornos que conforman esta categoría en el manual se distinguen únicamente en la duración y timing de los síntomas. Incluso, se han metido en la misma bolsa otras condiciones como el nuevo Trastorno Dismórfico Premenstrual, ¡aunque usted no lo crea! Al seguir esta línea corremos el riesgo de perder de vista al sujeto, su historia particular y su sufrimiento.

El mandato a gozar

Sujeto en la depresiónLa cultura se fundamenta en la renuncia que cada sujeto hace de sus propias pulsiones, lo que Freud llama “ceder al deseo”. Sin embargo, en nuestra época del consumo, se nos presenta el fenómeno opuesto: un empuje a satisfacer nuestras pulsiones sin control alguno. Podemos tener todo lo que queremos sin demora. La psicoanalista Graciela Sobral plantea en su artículo La Depresión Actual, que hay una decadencia de los simbólico: la palabra, los ideales, la ley y la autoridad. Entonces, estos ideales nos vienen en forma de una exigencia insaciable, y medible en términos de éxito y fracaso. Desde esta perspectiva, la depresión puede pensarse como el reverso de este mandato que no se puede satisfacer. El sujeto se deprime pues no está a la altura de las expectativas de la sociedad.

Para el Psicoanálisis, lo que mueve al sujeto está ubicado en el orden del deseo. Jacques Lacan plantea la depresión como una “cobardía moral”. Sabemos que el sujeto con depresión no es en absoluto un cobarde, Lacan utiliza esta frase para ejemplificar que dicho sujeto no puede sostener su deseo, ni conducir su propia vida como quiere. En la depresión hay un impasse en aquello que causa el deseo en un sujeto. Siguiendo con los planteamientos de Sobral:

“Cuando se desea se encuentra un camino para realizar el deseo que no pasa por la exigencia, en el deseo se trata de un trabajo del propio sujeto que encuentra cierta satisfacción en su realización… que no se parece a la satisfacción directa del objeto del consumo.”

El capitalismo nos impone la ilusión de que los objetos pueden colmar nuestra falta, y de que son completamente accesibles en el mercado. Entonces el superyó actual nos exige consumir infinitamente, trabajar para consumir es su ciclo. El sujeto deprimido es aquel que renuncia por completo a esta carrera, y entonces ya no quiere nada. Esto se manifiesta en una pérdida de interés en toda actividad que antes le producía placer.

La industria farmacéutica y la depresión

Otro factor importante es el avance de la psicofarmacología, como disciplina científica y sector empresarial. El uso de antidepresivos ha aumentado de forma significativamente en las últimas tres décadas. Actualmente, son utilizados para tratar otras afecciones como dificultades para dormir, ansiedad, etc. Esto implica que el estado anímico del sujeto y su sufrimiento dependen enteramente de la cantidad de una sustancia u otra a nivel neurológico.

La prescripción de este tipo de productos es necesario en algunos casos. Sobre todo en aquellos en los cuales está en riesgo la vida de la persona. Más adelante veremos cómo esta prescripción debe estar acompañada de una terapia que apunte también al sujeto, más allá de la cantidad de serotonina y otras sustancias en el cerebro. El problema surge cuando el antidepresivo se presenta como la panacea, o como la única respuesta para un sujeto deprimido. Entonces, el remedio es peor que la enfermedad. El uso de estas sustancias va en la línea de no querer saber sobre el sufrimiento particular de cada individuo. No hace falta hablar nada pues tomándose una píldora resolvemos el problema.

¿Qué hacer frente al sujeto deprimido?

Es importante agregar algunos comentarios sobre las respuestas comunes frente a un sujeto que se muestra deprimido. Principalmente porque Internet está colmado de notas del tipo: “5 cosas para superar la depresión”. En la sociedad que valora la apariencia de felicidad absoluta, tendemos a pensar que una persona en estado depresivo puede cambiar si mejora su actitud. Entonces optamos por animar al sujeto y aconsejarle a ver la vida con una luz más positiva. Esto es contraproducente, pues es más del mismo mandato del Otro a gozar, al que el sujeto deprimido ha renunciado rotundamente.

El desgano presente en la depresión es un enigma para quienes le rodean. Entonces, puede que veamos lo que le ocurre desde nuestra propia perspectiva sin mirar la particularidad de su padecimiento o queja. También podemos sentir culpa o responsabilizarnos por la situación. Esto conlleva a la noción de que podemos hacer algo, ayudarle directamente. Lo cierto es que todos tenemos nuestros límites, y ciertos problemas hay que ponerlos en manos de un profesional idóneo.

Lo particular del sujeto en la depresión

Sujeto en la depresiónPara el Psicoanálisis, la depresión no se concibe como una entidad clínica sino que se ubica dentro de la estructura psíquica del sujeto: neurosis, perversión o psicosis. El psicoanalista debe interrogarse más allá de lo que el sujeto señala en primera instancia. Lacan también propone la “verificación del afecto” en el análisis, pues los afectos sobre algo siempre se refieren a otra cosa.

La elaboración de Sigmund Freud sobre la depresión distingue tres estados clínicamente distintos. Primero está el sentimiento normal de tristeza, que tiene su modelo en el proceso de duelo. El trabajo del duelo se refiere a la operación psíquica que realiza un sujeto ante la pérdida de un objeto de amor o un ideal. El objeto perdido se conserva en lo psíquico, y el sujeto paulatinamente se separa de él para dirigir su vida a otras cosas.

Además, la depresión puede encontrarse como un síntoma en la neurosis o como una queja del sujeto neurótico. Éste puede perder su brillo o valor frente a su otro significativo, cuando: (1) falla su estrategia para ser el objeto del deseo del otro, en el caso de la histeria; o (2) no puede satisfacer las demandas que cree que le hace el otro, en la obsesión. En ambos casos, el sujeto se desprecia a sí mismo y atraviesa por un momento depresivo. Hay en las neurosis otras posibilidades que varían en cada sujeto.

Por último, la depresión en la psicosis se presenta como melancolía, y está regulada por el régimen del narcisismo. En este caso, se dirige al yo del sujeto todos los reproches y el desprecio que corresponden a un objeto perdido con el cual mantenía una relación conflictiva. Otro caso de depresión en la psicosis puede presentarse en el curso de la esquizofrenia.

Como ya mencionamos, hay casos en los que es útil la medicación. Pero es fundamental algún tipo de acercamiento que haga referencia al sujeto. La propuesta del Psicoanálisis apunta a la producción de un estado nuevo, en el cual el individuo pueda enfrentar el dolor de una forma más digna. Más que poner una etiqueta, es necesario escuchar sobre el sufrimiento particular de cada sujeto y tomarlo en cuenta al momento de ofrecer un tratamiento. Culminamos con el planteamiento de Graciela Sobral que resume el trabajo terapéutico de la depresión:

“Cuando el sujeto puede pasar de la queja inicial a la interrogación en relación a lo que queda de su lado, en cuanto a lo que le toca vivir y a la conexión que eso tiene con su propia historia, la vivencia subjetiva cambia. El afecto depresivo comienza a diluirse y en su lugar aparecen otras cosas, más verdaderas: preguntas, dudas, tristeza, rabia, una interrogación sobre la vida y el malestar que es, en definitiva, lo único que permite una rectificación subjetiva, un cambio”.

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias bibliográficas:

  • Freud, Sigmund (1915). Obras Completas. Duelo y Melancolía. Amorrortu Editores. Buenos Aires, Argentina.

El niño(a) y la escuela: ¿de lo presencial a la virtualidad?

Ante la pregunta, ¿de lo presencial a la virtualidad?, lo primero que tendríamos que pensar es que la virtualidad es una necesidad ante una situación coyuntural y excepcional. Ésta que irrumpió de manera sorpresiva en el mundo humano. Los cambios que ha introducido la pandemia, particularmente en lo que respecta al encuentro cuerpo a cuerpo, nos invitan a pensar nuevas forma de relación del niño con la escuela.

El niño y la escuela virtualUna de las alternativas sería ser flexibles y creativos ante las limitaciones e imperfecciones que suponen todo comienzo. Así como reconocer el valor que tiene el intercambio de ideas y experiencias positivas y otras no tanto, para construir un nuevo saber. Adicionalmente, a través de los vínculos podemos tramitar algo de la angustia que nos pueda ocasionar, no solamente la nueva situación de encuadre laboral. También los efectos que la pandemia trae consigo en el ámbito personal, en los económico, familiar y en la subjetividad.

A propósito de los efectos a nivel subjetivo, uno de los que comienza a ser reportado por  los maestros, es la sensación de agotamiento y cansancio. Para algunos es producto de la concentración y atención que deben sostener ante la pantalla. Mientras que otros logran reconocer que dicho malestar tiene más que ver con lo enigmático de la situación. En este sentido, la flexibilidad también pasa por poder reconocer el malestar personal, así como el horror que nos produce lo no conocido. Tenemos una imagen predeterminada sobre cómo debe ser el escenario escolar. Esta imagen opera como un pre-concepto de lo que debe ser normal. Por tanto, cualquier cambio de las condiciones tradicionales nos parasen inverosímiles. Tendemos a catalogarlas como extrañas, como algo no familiar y por tanto las rechazamos porque están fuera del orden establecido.

No se trata de atenuar las dificultades a las cuales se enfrentan los docentes. Pues la modalidad de trabajo online con niños lleva implícita una serie de exigencias y restricciones. Se trata de pensar e interrogarnos sobre: cómo hacerlo y por qué lo hacemos. Ya que los métodos y técnicas que hasta ahora se han empleado donde lo presencial es prioritario, parecieran no ofrecer la posibilidad de mantener una continuidad del lazo social. Esto debería ser el foco que oriente el esfuerzo de sostener el trabajo por medio de las plataformas tecnológicas. Ya que mantener la continuidad de la vida en lo que se pueda, es una de las salidas  posibles para no quedarnos presos en el discurso sobre la pandemia.

El niño y la escuela virtualLos docentes y todos aquellos que trabajan  en el ámbito escolar, no escapan a los cambios que introduce la lógica de la época. Uno de esto cambio es el que ha introducido en nuestro tiempo la pandemia, donde la tecnología es la gran protagonista. Esto invoca a pensar cómo llevar adelante la práctica educativa considerando e involucrando al niño en lo que se propone. Lo que implicaría tener una mirada más allá de lo evolutivo y de la transmisión de contenidos. Es pensar y estar atentos a cómo el niño reacciona ante el nuevo escenario. Es fundamental en este momento de enigmas y pérdidas, que el docente supongan  que su encuentro con cada niño podrían ser el único espacio que él o ella tenga para hablar. Así mismo, para decir cómo vive la situación.

Por otra parte, la migración al espacio de la tecnología a la que se han  visto expuestos los maestros, no sólo trae consigo la necesidad de aprender o actualizarse ante el uso de las herramientas. También se han visto empujados a desarrollar nuevos técnicas para hacerse entender y para mantener la atención de los niños. Aquí hacemos una pausa para introducir un elemento que es fundamental entre las tareas que el docente que trabaja con niños no puede dejar por fuera. Esa es la comunicación con los padres, pues de ella dependen en gran parte el éxito o el fracaso que se pueda tener ante la propuesta de la escolaridad online.

El vínculo con los padres es esencial, mantener con ellos una comunicación constante y a la vez comprensiva. Esto es necesario, pues muchos de ellos en estos momentos están sobre exigidos por las circunstancias. Los padres  trabajan desde la casa, y tienen que acompañar y promover el encuentro online con el docente. Adicionalmente, deben orientar la elaboración de las tareas, tema que requeriría una revisión particular en cuanto a la cantidad de tareas que se le asignan a los niños. La responsabilidad de la transmisión de los contenidos escolares pareciera estar recayendo en gran medida en los padres.

Pero también encontramos a padres que se sienten invadidos en su intimidad. Otros reacciona de manera hostil por rivalidad con el docente cuando el niño y la niña muestran una intensa emoción, y piden ver o escuchar a su maestra. Todas estas situaciones que pueden interferir y hacer poco posible el desarrollo de la experiencia educativa online, plantean la necesidad de mantener un espacio de intercambio con los padres, pero también con el equipo de trabajo.

Texto escrito por: Stella Casanova. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.

La feminidad y la histeria

El panorama para la mujer en el plano de la experiencia y expresión de su feminidad, ha dado un giro drástico en el último siglo. Hoy en día las mujeres tenemos mucha más libertad con respecto a mostrar su individualidad, mucho más que antes. Sin embargo, hoy también existen expectativas sociales que tiene un decir sobre lo que debe desear una mujer y cómo se debe comportar. Aunque existe una diferencia abismal entre la conducta actual, y la doble moral que caracterizaba la época victoriana de Freud por ejemplo. Estas reflexiones nos llevan a cuestionarnos sobre la feminidad y la histeria, más adelante veremos qué es.

Inicios: feminidad e histeria

A finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX, Sigmund Freud estudiaba y ofrecía tratamiento a las pacientes con histeria. Sujetos, en su mayoría mujeres que sufrían de síntomas físicos, como diversos tipos de parálisis, que no podían explicarse por medio de la biología. Esto abrió el camino para el surgimiento del Psicoanálisis como disciplina y el estudio de diversos fenómenos psíquicos/sociales. Pero con respecto a la mujer, Freud decía:

“La gran cuestión… que no he sido capaz de responder, a pesar de mis 30 años de estudio del alma femenina es: ¿Qué quieren las mujeres?”

El deseo de la mujer se presenta como enigmático. En la cultura popular, incluso se hacen bromas con respecto a esto: nadie parece saber lo que quieren las mujeres… Es pertinente hacer un alto para definir la feminidad como el conjunto de características físicas, psíquicas o morales que se consideran propias de la mujer o de lo femenino en una sociedad, en oposición a lo masculino.

Unos años después en la década de los 70s, el psicoanalista francés Jacques Lacan se dedica al estudio psicoanalítico de las mujeres. En dichas formulaciones, Lacan distingue entre la histeria y la feminidad, hasta llega a oponerlas. Como decía uno de mis profesores de la maestría: “Toda mujer es histérica (en su estructura psíquica), pero no toda histérica es mujer.” En esta línea, Lacan plantea que en la histeria hay una pregunta por qué es se mujer. Lo cual es esencialmente diferente a volverse una mujer.

La histeria como estructura psíquica

¿De dónde surge esta identificación, y cuáles son sus características? Tomaremos como referencia el trabajo del psicoanalista Joël Dor, en su obra “Estructuras Clínicas y Psicoanálisis” para definir una estructura y los rasgos primordiales:

“La especificidad de la estructura (psíquica) de un sujeto se caracteriza por un perfil determinado de la economía de su deseo, regida por una trayectoria estereotipada, o rasgos estructurales… y que se distinguen de los síntomas.”

Las estructuras se constituyen como una salida al Complejo de Edipo, y la relación del sujeto con la función paterna, como instauradora de la Ley y como aquello que colma el deseo de la madre. La estructura surge en el pasaje del ser el falo (lo completa el deseo materno), a no serlo sino tener un atributo fálico que satisface parcialmente dicho deseo. Es decir, se interrumpe ese momento en el cual el hijo o la hija son todo lo que colma a la madre, para dar paso a otra realidad. No hay nada que colme por completo a nadie. Sin embargo, hay alguien que cumple la función paterna y que cuenta que un atributo fálico que satisface de cierta forma a la madre. 

Rasgos estructurales en la histeria

La feminidad y la histeriaToda la dinámica del deseo en la histeria, ya sea en el hombre como en la mujer, se juega en torno al hecho de haber sido despojado(a) injustamente del atributo fálico. Por esto, en la histeria un rasgo estructural es la alienación subjetiva del histérico(a) en su relación con el deseo del Otro. Lo que busca contantemente es ser el objeto causa de deseo del Otro. De allí, surgen una serie de identificaciones con el objeto ideal del Otro. La constante en la histeria es convertirse en aquel objeto que despierte el deseo del Otro. 

Sumado a esto, el sujeto histérico se vive constantemente como no habiendo sido suficientemente amado por el Otro. Se inviste a sí mismo como un objeto incompleto con respecto al objeto fálico. Con respecto a su propio deseo, procura de forma inconsciente que el mismo permanezca insatisfecho. Además, intenta incansablemente reivindicarse al emular este objeto ideal que no ha sido jamás. 

El narcisismo en la histeria es particular, pues se relaciona con la dimensión del dado para ver. El sujeto de la histeria se ofrece a la mirada del Otro como encarnación del objeto ideas de su deseo. En ocasiones, se vale de otras personas para lograr ese “brillo”. Por medio de un desplazamiento, se muestra a través de otros que ha colocado en una posición privilegiada como modelos.

Mujeres histéricas y su relación con el sexo

La feminidad y la histeriaHe tomado el mismo subtítulo utilizado por Dor, pues me parece justo para explicar fenómenos actuales sobre la relación entre la feminidad y la histeria. Una serie de aspectos sintomáticos se hacen más evidentes con el auge de las redes sociales. Se abre más la brecha entre la mujer histérica y su relación con la feminidad. 

La histérica mantiene un afán de perfección, que se experimenta como una exigencia constante que la atormenta. Para ella lo bello y lo femenino van de la mano. Sin embargo, la preocupación persecutoria por lo bello en ocasiones viene a suplantar a lo femenino hasta borrarlo. Este fenómeno se evidencia cada vez más, potenciado por los desarrollos tecnológicos en las ramas de la estética y la cirugía plástica. 

En el fondo lo que hay es una convicción permanente de imperfección. La histérica se vuelve su propio juez tiránico, pues nada será jamás lo suficientemente bello para neutralizar la huella de sus imperfecciones. En cuando a su cuerpo, lo expresa en sus frases favoritas: “mi cuerpo debería ser así”, “sólo debo arreglarme esto o lo otro”, “no soy lo bastante bonita”, etc. Todo lo que encuentre en su camino es bueno para servir de máscara, y atraer la mirada del otro. 

Pero así como cuestiona insaciablemente su belleza física, lo hace con su inteligencias y espíritu. Pero se encuentran con una barrera, es difícil aparentar el intelecto. Por lo que toman un discurso prestado, y vuelve a hacer “como si” supiera más de lo que realmente sabe. En los casos más grotescos, vemos las redes sociales inundadas de mujeres histéricas que se muestran “como si” fueran perfectas. Cuerpos esculturales productos de las cirugías plásticas y retocador por el Photoshop, siempre acompañadas de una frase intelectual sacada de Google. Esto sólo un vistazo del modo como algunas de ellas se conducen en la vida.

Identificación de la histérica con la mujer

Sobre las mujeres Lacan dijo: “La Mujer no Existe: sólo existen las mujeres de una en una.” Ante esta paradoja, el psicoanalista francés Eric Laurent es cuestionado en una entrevista. Le preguntan: ¿Y el hombre sí que existe? A lo que él responde:

El hombre tiene un falo, que es exterior; es patente y obvio y con él puede convertir con facilidad su placer en categoría. Por eso, lo que quiere el hombre se puede producir en masa y por eso hay una industria del sexo, pero sólo está pensada en masculino. Sólo para ellos.”

Para la histérica pareciera que sí existe una mujer. Y es aquella con la que busca identificarse pues responde a la pregunta: ¿qué es una mujer? Lacan plantea que en la histeria se responde a esta pregunta por medio de una identificación viril. Como ya vimos, identificándose como aquella que posee el atributo fálico. En esa transacción, cede la posición femenina a otra mujer que para ella encarna el enigma de la femineidad.

Freud ya lo había señalado en el caso Dora, que estaba avasallada por los encantos de la Sra. K. En la histeria siempre veremos una suerte de homosexualidad. La misma se vincula más al proceso de identificación con una mujer que toma como modelo, que a la elección del objeto amoroso. La histérica procura ser como ella, pensar como ella, vivir como ella, incluso tener los mismos hombres que ella… ¿Han escuchado el término “frenemies”, o “amigas y rivales”?

La elección del objeto-hombre en la histeria

La feminidad y la histeriaOtros rasgo estructural en la histeria que marca la elección de objeto, y todas las elecciones en general, es la indecisión permanente. Puede relacionarse con cosas comunes o un compañero amoroso, la histérica nunca quedará satisfecha con su elección. El objeto elegido continúa sujeto a las dudas, porque siempre es mejor el objeto que no se eligió.

Ya Freud llamo la atención sobre este punto al exponer que el histérico deseaba sobre todo que su deseo permaneciera insatisfecho. La lógica psíquica funciona de esta manera: para mantener su deseo, la histérica se esfuerza por no darle jamás un objeto que la satisfaga. En el caso de la elección de una pareja amorosa, se afanará por no encontrar nunca un hombre a la altura de su máscara de perfección. 

Las histéricas generalmente se deciden por un compañero inaccesible. Puede ser potenciado por un aspecto de realidad, como una pareja que viaja por largos periodos de tiempo. Otra salida que encuentra es escoger un compañero amoroso ya comprometido. Al final del día suele sentirse tan desolada pues de todos los posibles compañeros masculino, el único que le interesa es el imposible. 

En la histeria se coloca a este otro en el lugar de Amo, pero un amo que jamás ocupará el lugar que ella le asigna en sus fantasías. Siendo un hombre inaccesible o extraño, rápidamente se vuelve decepcionante, o en un objeto más de su insatisfacción. Como bien decía Lacan: “El histérico necesita un amo sobre el cual pueda mandar.”

Relación entre la feminidad y la histeria

La feminidad y la histeriaCon respecto a algunos fenómenos que se observan cada vez más en las redes sociales. Debemos hacer una distinción entre la expresión de la feminidad y la histeria, puesto que no siempre se trata de mujeres en el sentido de expresar un deseo de libertad. Por ejemplo, hoy en día muchas se excusan de mostrar cierta imagen o ciertas conductas a través de las redes sociales utilizando como argumento la liberación de la mujer. Esto en algunos casos, podría ser la manifestación de una estructura histérica marcada por un deseo exagerado de despertar el deseo en el Otro. Hoy el Internet y los seguidores se han convertido en un Otro bastante exigente y cruel. Mientras más le dan las histéricas más le piden, más les da, más enseña pero siempre tratando de enmarcarlo con algún pensamiento positivo. Lo hemos visto en publicación donde buscan provocar el deseo sexual del espectador, y a la vez incluyen algún mensaje de motivación.

En la clínica estos fenómenos son más dramáticos y menos cliché. Las pacientes llegan a consulta con un sufrimiento real  que buscan suprimir. Como mencionábamos anteriormente, la relación entre la feminidad y la histeria podría ser que toda mujer es histérica en su estructura psíquica, pero no toda histérica es mujer en el sentido de reconocer su falta. Deben caer las identificaciones que buscan satisfacer el deseo en el Otro, y surgir otras que promuevan el propio deseo. Entonces la histérica será cada vez menos insatisfecha y podrá ser más mujer.

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias Bibliográficas:

  • Dor, Joël. Estructuras Clínicas y Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Edición 2006.
  • Philippe, Julien. Psicosis, Perversión y Neurosis. Amorrortu Editores. Edición 2002.

Algunas notas sobre el amor

La ciudad de Kioto fascina pues en ella convergen la majestuosidad y la simpleza. Kiyomizu-dera es quizás uno de esos sitios que se mantienen en pie para transmitir toda esa espiritualidad que agoniza entre tantos turistas. Dentro de este complejo de templos budistas, se encuentra el santuario Jishu, dedicado a Okuninushino-Mikoto, un dios del amor y los «buenos matrimonios». Como es de esperar, consiste en uno de los destinos predilectos de parejas, y de mujeres jóvenes en busca del amor.

El mismo posee dos «piedras del amor», situadas a 6 metros una de la otra, distancia que los visitantes deben vencer con los ojos vendados. El éxito en esta tarea, es un presagio de que el peregrino encontrará el amor. Es posible ser guiado por alguien, lo cual predice que la persona necesitará de un intermediario para convenir con su enamorado.

La sabiduría oriental nos muestra simplemente cómo el ser humano se moviliza en el ámbito del amor: con los ojos vendados. Hay quienes no temen y aceptan la incertidumbre, transitando este trayecto confiados en que llegarán a la otra piedra sin mayores dificultades y por sí mismos. Otros, desconfían y se sienten perdidos. Con suerte han tenido la guía de otro, quien porta ese saber sobre el amor del que ellos carecen. Este apoyo varía desde lo espiritual hasta los expertos en la materia que abundan hoy en día, terapeutas y autores de libros de auto-ayuda. Nos referimos al amor de pareja.

El amor es…

Una definición única del amor es imposible. Ya filósofos, psicólogos y pensadores en general se han esforzado por completar esta difícil tarea. Desde el Psicoanálisis, también se estudia el amor y sus vicisitudes, pues en la consulta terapéutica todas, o la gran mayoría, de las historias terminan hablando de amor. Sigmund Freud lo investiga a lo largo de toda su obra, analizando sus mecanismos desde diferentes ángulos.  El amor puede constituirse como una posibilidad para sobrellevar las dificultades de la vida.

El concepto de narcisismo también desempeña un papel destacado. Este se refiere a la operación psíquica de tomar al propio cuerpo como objeto de satisfacción y también como objeto de amor. Podría entenderse como el amor por uno mismo. Respeto de esto, Freud afirma que:

El que ama se hace humilde. Aquellos que aman, por decirlo de alguna manera, renuncian a una parte de su narcisismo.

Ser humilde no es sinónimo de humillarse. Más bien, implica ceder en ocasiones a los propios deseos, en pro del ser amado y/o de la relación. También se hace humilde ante la duda que entraña el encuentro con un otro distinto a uno mismo. Otro que también transita el camino del amor a ciegas frente a su propio inconsciente. Posteriormente, Jacques Lacan propone una fórmula que intenta abarcar gran parte de la esencia del amor en el sujeto, cuando dice:

 Amar es dar lo que no se tiene a quien no es.

Esta concepción implica que un sujeto reconozca que no está completo, sino en falta. Esto en Psicoanálisis, se refiere a un sujeto dividido, pues gran parte de sus contenidos psíquicos son inconscientes, es decir, desconocidos incluso para él mismo. No se refiere a la falta de tener, una objeto o un atributo, ni involucra una connotación negativa del ser humano. Por el contrario, esta falta en ser se refiere a la noción de que no somos perfectos ni completos, y es precisamente esto lo que nos impulsa a desear. El deseo es uno de los factores que actúan como motor para el establecimiento de relaciones con otros; es lo que motiva al ser humano a relacionarse y moverse en el mundo. Como explica Jacques-Alain Miller:

… no es dar lo que se posee, bienes, regalos, es dar algo que no se posee, es reconocer su falta y darla al otro, reconocer que se necesita al otro.

El amor, según Lacan, se da dos dimensiones: en el plano imaginario, está el enamoramiento. Ese momento inicial que consiste en el flechazo, donde el otro es un producto de nuestra idealización, y posee todas las cualidades que siempre soñamos. En el plano real, se ubica el amor que no busca reciprocidad, y que no engaña, pues la persona conoce los defectos del otro y aún así le ama. Como bien lo dice Slavoj Zizek:

Amar significa que uno acepta a la otra persona con todos sus fracasos, estupideces, puntos feos, y a pesar de eso, ve perfección en la imperfección misma.

El amor en tiempos líquidos

Los hombres y mujeres de este siglo, no soportan el peso que conlleva mantener una relación sólida y duradera. Salvo algunas excepciones, sienten miedo, por creer que la misma se convertirá en una carga y atentará contra sus mayores tesoros: su libertad e individualidad. Por otro lado, presentan la incertidumbre ante la posibilidad de ser ellos mismos un desecho, en una sociedad donde predomina lo novedoso. El sujeto entonces se reinventa compulsivamente, no por el deseo genuino de mejorar o hacer algo que le produzca satisfacciones, sino por el mandato a ser innovador, por el simple hecho de no quedarse atrás.

La tendencia actual hacia el ideal de completud y omnipotencia, alimenta la fantasía de que estando empoderados tendremos todo, también en el amor. Con la ayuda de las redes sociales esto se magnifica, iniciando un ciclo de envidia por el éxito aparente del otro, y una obsesión por mostrarse cada vez más perfecto. Nada más lejos de la realidad. Como explica Miller, aquellos que creen estar completos solos o quieren estarlo, no saben amar. Pueden despertar el amor en otros, más no han experimentado por sí mismos los riesgos y las delicias del amor.

En su libro Amor Líquido, Zygmunt Bauman plantea que el individuo escoge las conexiones en contraste con las relaciones. Éstas ocurren dentro de una red, en la cual las acciones de conectarse y desconectarse son simultáneas. Las encuentros son de fácil acceso y salida, ya que pueden cortarse en cuanto empiezan a ser insoportables. Uno siempre puede oprimir la tecla de “delete”. Se puede pasar a la próxima conexión al mejor estilo de la serie de MTV “Next”, o al próximo perfil de Tinder. Si el candidato no cumple con los requisitos mínimos, tenemos la opción y el derecho de pasar al siguiente. Las estructuras que salvaguardaban el compromiso en la pareja flaquean, o se vuelven simples contratos que pueden disolverse con tan sólo una firma. Los matrimonios se convierten en un negocio dirigido por los “wedding planners”, y  los divorcios están a la orden del día.

El (des) encuentro entre los sexos

En las últimas décadas, el movimiento feminista ha impulsado una campaña agresiva en pro de la reivindicación de la mujer en relación con el hombre, promoviendo la igualdad de derechos y oportunidades. Si bien la biología y la genética aportan elementos fundamentales en la constitución de lo que es ser hombre y mujer, los estereotipos socioculturales sobre la feminidad y masculinidad están en un proceso importante de transformación. Los hombres, son invitados a feminizarse, al permitirse experimentar sus emociones y expresarlas abiertamente. Mientras que las mujeres, cuentan con el derecho y la responsabilidad de igualarse al hombre, mostrando actitudes más agresivas y hasta viriles. Esta mutación social y psíquica, busca encontrar un balance entre los sexos, y conlleva muchas satisfacciones para ambos. También impacta el modo en que se desarrollan las relaciones.

Algo que sigue vigente es el desencuentro entre los sexos. Incluso en la cultura popular se tiene la noción de que el hombre y la mujer son de planetas distintos, los primeros de Martes y ellas de Venus. En el plano inconsciente, esto implica que mujer y hombre gozan de modos distintos. Lacan lo expone en su fórmula:

No hay relación sexual.

Zizek lo ejemplifica en su análisis de un anuncio de cerveza. Primero, está el cuento de hadas de la princesa y el sapo. Es conocido que ella lo besa y éste se transmuta en su príncipe soñado. Pero el cuento no termina allí, pues el joven la mira con ojos de deseo y también la besa, ante lo cual ella se convierte en una botella de cerveza, que el príncipe empuña triunfante entre sus manos.

Del lado de la mujer, sucede que a través del amor una rana puede convertirse en el objeto de su amor; del lado del hombre, en cambio, la mujer quedará reducida a un objeto parcial, el objeto de deseo. La relación entre los sexos es asimétrica, en la cual cada uno porta su propia fantasía. Como se plantea en esta metáfora, la mujer fantasea con la rana que gracias a su amor se transforma en Príncipe Encantador. Mientras que el hombre en principio reduce a la mujer a un objeto, el cual desea obtener, pero una que lo logra esto se vuelve deseo de otra cosa.

Avatares del amor contemporáneo

Cada caso en el amor es particular, y no es posible agotar todos los ejemplos en un sólo post. Curiosamente, la queja de muchas mujeres hoy es que “no hay más hombres, y si los hay no son para mí.” En estos casos, ponen al Hombre en el lugar de lo que les falta. Entonces, cuando aparece uno, les brillan los ojos ya que es una oportunidad única. Se aferran a él como si fuera un salvavidas en pleno naufragio. No se trata aquí de una experiencia de amor, sino de un estrago. El hombre por su parte, comprueba que es necesitado, mas no amado y literalmente huye. Una vez más se comprueba la teoría de que no hay más hombres, la tragedia femenina por excelencia. Pero si una mujer puede mover al hombre de ese lugar, notará extrañada como él deja de escapar.

Por su parte, los hombres también se movilizan cuando aman. Sobre todo en los casos en los cuales no están seguros de su virilidad, se dejan intimidad por la posibilidad de verse algo ridículos. Una de las respuesta es huir, como vimos anteriormente. Pueden presentar también, como dice Miller, retornos de su orgullo y mostrarse agresivos o indiferentes frente a su objeto de amor. Por ello, también puede desear a mujeres que no aman, para reencontrar algo de la posición masculina de la que se han despojado frente a aquella a la que sí aman. Es lo que Freud llamó la escisión del amor y del deseo en el hombre, mediante la cual tiene dos mujeres, la santa y la prostituta. Cada vez más, constatamos este fenómenos también en las mujeres.

Les comparto este regalo…

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias bibliográficas:

  • Bauman, Zygmunt. Amor Líquido, Fondo de Cultura Económica. México D.F. Edición 2007.
  • Freud, Sigmund (1912). Obras Completas. Sobre la más Generalizada Degradación de la Vida Amorosa (Contribuciones a la Psicología del Amor). Amorrortu Editores. Buenos Aires, Argentina.

Miedos en tiempo de cuarenta: ¿y luego qué….?

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.

Aldous Huxley (1894-1963) Novelista, ensayista y poeta inglés.

Es muy extraño que la amenaza de una enfermedad ocupe gran parte de nuestro pensamiento como sucede en estos días. Los medios no dejan de mostrarnos, ininterrumpidamente, historias relacionadas a la pandemia y casos de Covid-19, producidos por el  nuevo virus, el rey de los virus, a quien se le nombra con el significante coronavirus.

Miedos en cuarentenaLas plataformas virtuales están llenas de información que van desde consejos prácticos de como prevenir el que no enfermes, hasta estadísticas aterradoras y videos de terror, pasando sin dejar afuera, por el humor negro como estrategia para enfrentar el miedo que la incertidumbre despierta; especialmente, ante la no respuesta sobre como tendremos que reconstruirnos al finalizar esta cuarentena; porque lo que sabe, pero se quiere nombrar es que el Covid-19 llegó para quedarse.

Sin embargo, el miedo no es un sentimiento nuevo, sino qué en estos tiempos pasó a ser protagonista frente a la pandemia y la cuarentena.  El miedo es un síntoma que ha existido desde que existe el hombre, es constitutivo, como lo son los huesos que conforman nuestro cuerpo. El miedo como síntoma, nos está diciendo algo, nos habla de un conflicto interno y de los mecanismos que reprimen su presentación. Si observan a su alrededor, no todos lo están viviendo igual.

Aunque el miedo se presentifica en un objeto externo y decimos, “le tengo miedo a…“, el miedo tiene un representante interno que es singular para cada uno y que busca representarse afuera en un “miedo a algo”; por ende, el miedo como síntoma es una formación de compromiso que nos cuentan sobre representaciones que están reprimidas en el inconsciente.

El miedo es un senti-miento, verdad mentirosa, que corresponde a lo humano; una desfiguración de lo real, como otros senti-mientos que conforman una cultura. Sin embargo, el plus de gozar puede conllevar a un vivir con miedo y con mucho sufrimiento, que le impide al sujeto acercarse a una nueva forma de satisfacer su deseo, quedándose atrapado en la imposibilidad y la insatisfacción.

Es importante destacar que, en líneas generales, existen dos tipos de miedo. El miedo real, donde verdaderamente existe un peligro, un riesgo a la integridad humana; y el miedo neurótico, donde se ha construido un peligro subjetivo y se siente una amenaza sobre algo que no existe. Aquello que retorna del inconsciente real, no simbolizado a través de la palabra, que vuelve desfigurado a nuestra consciencia; y que conlleva a la percepción de un peligro que solo le es propio para quien le habita; y que se vive como real, teniendo efectos y en algunos casos, movilizando conductas de evitación y afectos de angustia y tristeza.

Miedos en cuarentenaConsidero que en estos momentos que hemos aceptado estar confinados en cuarentena, la pregunta de cada persona puede estar alrededor de la pregunta: ¿y cómo vamos a volver a la normalidad?, ¿Cuál es la nueva norma? Y no cabe duda que esta relativa normalidad toma formas diferentes en la imaginación de cada uno; y éstan desde lo que piensan en que nada se podrá hacer, hasta los que ya se habrán comprando un traje especial para salir al mundo. En tal sentido, el miedo es una experiencia ante lo real del Covid-19, en la que la misma ciencia no ha podido dar una respuesta.

Entonces, ante lo inciertidumbre que se vive, ante la imposibilidad de respuesta que se vende, ante el desamparo, cabe la pregunta ¿cómo inventarse la vida? Y el miedo es la respuesta ante el sentir no poder hacer-se; y este se magnifica con la respuesta que da la ciencia, al dejar al sujeto atrapado en la estadística, en lo universal, en la serie de una categoria, y lo cierra en la posibilidad de hacer-se en lo singular y desde ahí, encontrar una salida.

¿Y que  paraliza? El goce de sufrimiento del neurótico, lo paraliza en forma de miedo, un miedo al desamparo que termina impidiendo el moviendo a acceder a otras experiencias nuevas, o ciertos goces, como podría ser desarrollarnos en alguna otra forma de hacer-se o lo que fuere que se necesite para disfrutar la vida; o por lo menos, poder vivir, el tiempo que toque de vida para cada uno, de una manera diferente a la conocida, porque solo toca aceptar que el Covid-19, llegó para quedarse.

Miedos en cuarentenaSin embargo, para finalizar, no sé si le pondría la palabra miedo a a esta experiencia que describo y que ha estado desde siempre, sólo que el Covid-19 la ha puesto en la palestra; quizá podría llamarse resistencia, porque lo nuevo, hace resistencia aquello que ha sido encarnado en el inconsciente. ¿Y a que se hace resistencia? A perder ese velo que completa la falta en ser, pero en la que el sujeto se ha nombrado y he sido nombrado hasta antes de este pandemia.

Por eso, ante el tener que verse con un des-ser, un cambio que es costoso, porque dejar de ser lo que se ha sido para des-ser en otra forma de satisfacer el deseo, duele, cuesta y se paga con una cuota de sufrimiento; y este es el miedo (resistencia) que se podrá estar experimentando en este tiempo.

Texto escrito por: Profesor Mario Brito Afonso. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.