Autocontrol emociones

¿Por qué a mi hijo(a) le cuesta autocontrolarse?

Muchos papás se preguntan: ¿por qué a mi hijo(a) le cuesta autocontrolarse? Esta es una pregunta válida y la respuesta va a depender de la edad, las habilidades emocionales y sociales que tenga nuestro hijo, el nivel de escolaridad y muchas cosas más.

¿Qué es el autocontrol?

Autocontrol emocionesEl autocontrol es una habilidad que se adquiere con la práctica, con el desarrollo del niño y con el tiempo. Es compleja y algunos niños(as) tardan más que otros en adquirirla. En esta época de la inmediatez, se hace más urgente incluir dentro de los programas de educación la enseñanza de esta habilidad.

¿Por qué es importante esta habilidad? Bueno, imagínate que tu carro se queda sin batería. ¿Qué es lo primero que haces? Tratas de respirar profundo, llamas al seguro o a alguna compañía que te pueda apoyar con esto. En todo ese proceso tienes que estar calmado(a), esperar, quizás llamar para cancelar citas o reuniones y después poder seguir con tu vida.

Todo esto requiere que hagamos una planificación, mientras regulamos nuestras emociones y tomamos una decisión. Para los niños y su cerebro hacer todo esto es más complejo. Un niño, cuando carece de autocontrol puede:

  • Frustrarse fácilmente.
  • Les cuesta esperar su turno.
  • Habla y se para en exceso.
  • Hace muchas pataletas dentro de una edad que no son comunes.
  • Interrumpe mucho.

Esta habilidad la podemos ver más hacia los 5 – 6 años, pero no quiere decir que no se pueda entrenar desde antes.

¿Qué pasa en el cerebro de mi hijo(a)?

En la medida que los(as) niños(as) crecen se va desarrollando su cerebro e incorporando funciones más sofisticadas. Algo que adquieren son las funciones ejecutivas. Las funciones ejecutivas pueden ser definidas como las rutinas responsables de la monitorización y regulación de los procesos cognitivos durante la realización de tareas cognitivas complejas (Miyake, Friedman, Emerson, Witzki, Howerter y Wager, 2000). Las funciones ejecutivas incluyen (Anderson, 2008):

  • Control de impulsos y autorregulación
  • Flexibilidad mental
  • Planificación y organización
  • Estrategias para resolver problemas
  • Anticipación y desarrollo de la atención

En ocasiones, la dificultad para autocontrolarse puede estar ligada al desarrollo de algún trastorno como el Trastorno de Déficit de Atención o a situaciones de mucho estrés o ansiedad que rebasan la capacidad del entendimiento de nuestros(as) hijos(as) (divorcios, mudanzas, cambios de escuela, entre otras).

Herramientas para ayudar a mi hijo a autocontrolarse

Existen diversas acciones para ayudar a nuestro(a) hijo(a) a autocontrolarse emocionalmente. Veamos algunas:

  • Validar sus emociones. Es importante que los(as) niños(as) sepan que todo lo que sienten está bien. Si quieres leer más sobre esto, haz click aquí.
  • Ayudarlo a identificar sus emociones. Cuando los niños reconocen cómo se sienten y le pueden poner un nombre, se autorregulan más fácilmente. Por ejemplo: “Stephanie, veo que estás muy triste por no poder bajar al parque con tus amigos”.
  • Anticipar lo que va a pasar. Esto es muy importante si queremos que nuestros(as) hijos(as) puedan autocontrolarse en las distintas situaciones. “Stephanie, cuando este palito que está en el 3 llegue al 5 iremos a comer a casa de tu abuela”.
  • El semáforo. Está estrategia es una de mis favoritas. Lo único que necesitas es un cartón y papel de construcción verde, roja y amarilla. Lo armas como si fuese un semáforo y le explicas al niño(a) lo siguiente:
    • ROJO: Es para detenernos cuando estamos muy bravos, muy enojados o muy felices.
    • AMARILLO: Para pensar en qué pasó y cómo nos sentimos.
    • VERDE: Para decidir qué hacer.

Al principio será necesario tener el semáforo en la mano. Más adelante, después que lo haya practicado varias veces, con mencionar los colores será suficiente.

Enseñarle a los(as) niños(as) a autocontrolarse puede tomar tiempo, pero valdrá la pena. Es importante tener paciencia y respetar los ritmos de cada niño(a), porque todos son diferentes.

Mamá, papá, cuidador, criar no es una tarea fácil. Recuerda todo los días que estás haciendo lo mejor que puedes. Al leer este artículo, buscar apoyo de profesionales y decir de vez en cuando “no sé”, demuestras amor a tus hijos. Ellos lo verán más adelante.

Texto escrito por: Stephanie Smith. Psicóloga.

Fuente bibliográfica:

Resiliencia en niños

¿Cómo despertar la resiliencia en los niños?

Nuestra crianza, juega un papel determinante como puerta de acceso a darnos permiso de ser nosotros mismos en la vida adulta. Igualmente, nos ayuda a desarrollar caminos que nos funcionen como herramientas para enfrentar las situaciones. Una pregunta determinante es cómo podemos despertar resiliencia en los niños.

La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de afrontar las situaciones difíciles, sobreponernos y adaptarnos a una nueva realidad. En este proceso de adaptación, hacemos uso de herramientas psíquicas internas para enfrentar lo que consideramos amenazante o desafiante.

¿Cómo se moviliza la resiliencia?

Resiliencia en niñosCada vez que hacemos uso de esta capacidad, potenciamos también nuestra flexibilidad cognitiva, siendo toda esta movilización, un gran evento interno que podemos cultivar desde edades tempranas en la crianza.

La flexibilidad cognitiva nos permite hacer contacto con posibilidades contrastantes sobre las situaciones, dándonos apertura a incluir alternativas a las problemáticas de la vida diaria. Para esto, la neuroplasticidad juega una pieza clave.

No puede haber nuevos caminos con alternativas produciendo resiliencia, sin neuro-plasticidad. Al solucionar problemas, generamos nuevas memorias de las experiencias estresantes, y, esa nueva representación, está sujeta a aprendizaje de nuevas estrategias.

La resiliencia está sujeta al gesto espontáneo en la niñez

El juego en los niños, es un escenario enriquecedor que puede dar paso a la espontaneidad. Al permitir que el niño o niña pueda encarar sus propias formas naturales de explorar o diseñar soluciones frente a la equivocación, se estará privilegiando su individualidad. Se promueve que pueda habilitar su potencial, curiosidad y creatividad que será el motor de creación de alternativas o soluciones en el futuro.

Una crianza en la cual a través de validación y contención, se permita que el niño o niña pueda expresarse espontáneamente, y equivocarse, brindará el impulso necesario para perpetuar un lienzo listo para impregnar caracterísitcas individuales.

Este ambiente facilitador de genuinidad fue descrito por el Dr. Donald Winnicott, psicoanalista que desarrolló la teoría del gesto espontáneo. El Dr. Winnicott describe que esta espontaneidad puede ofrecerse al niño o niña a través de dejar que explore y descubra el mundo sin cargar de importancia el cómo lo haga, es decir, que al enfrentar desafíos, no se le interfiera.

La resiliencia desde la crianza

Incorporar la idea de que independientemente del resultado de las exploraciones del niño o niña, obtendrá la validación sobre sus decisiones innatas, le proporcionará la confianza de que en él o ella podrá auto-encontrar un espacio seguro digno de ser, de mostrar a los demás, capaz de enfrentar y solucionar problemas.

Aprovechar la neuroplasticidad que brinda las edades tempranas para esta incorporación, puede ser una base sólida para desarrollar resiliencia antes y durante la adultez.

Acciones para despertar resiliencia en los niños

  • Permitir la equivocación: Despertará en el niño la necesidad de crear estrategias propias frente a los retos. A su vez, aumentará su confianza con respecto a cometer errores, que, en la adultez, le permitirá evitar invadir la ejecución de su desempeño con autoexigencia que puede nublar los caminos hacia la resiliencia.
  • Promover la curiosidad del niño: A través de presentarle temáticas u objetos con el objetivo de iniciar una conversación en donde se pueda indagar sus ideas. De esta forma, fomentaremos la capacidad creativa de construir nuevos panoramas.
  • Utilizar referencias de alternativas frente a las situaciones en las conversaciones de adultos: De esta forma, los niños/as percibirán como modelo, que sus cuidadores incluían posibles escenarios de vías alternas en las situaciones difíciles de forma indirecta e implícita.
  • Realizar actividades que permitan que los niños puedan ver una transición: Esto se hace con el objetivo de mostrar el cambio adaptativo de las situaciones, a través de animales, o conceptos dirigidos a la edad del niño. De esta manera, es importante considerar el cambio como punto focal.
  • Impulsar la opción de pedir ayuda: En el proceso de adaptación, la sensación de apoyo juega un papel importante. Además, nos posiciona como seres humanos que podemos tener permiso a ser vulnerables, recibir ayuda y encontrar nuevas vías de solución.
  • Empoderar al niño/a a tomar decisiones: Con el objetivo que puedan sentirse seguras/os de detectar lo que necesitan y llevarlo a la acción.
  • Transmitir seguridad: La autoconfianza es necesaria para sobreponerse a las situaciones difíciles. Adaptarse requiere de un proceso de reinvención sobre lo que se enfrenta. Esto dispone de energía interna que nos favorece que sea promovida desde sentirnos que somos nuestro propio espacio seguro.

Texto escrito por: Marjorie González. Psicóloga.

Vivo por mis hijos

Vivo por mis hijos

La publicación de hoy es más bien una reflexión sobre la dinámica entre padres e hijos, y cómo se juega el deseo entre ellos. Hay una página en Instagram que sigo y me encanta pues es una fuente muy rica de reflexiones. La misma simula el final de una sesión de análisis, donde el analizante habla y el analista le interpreta para luego decir: “Terminamos por hoy.”  Hace unos días leí una publicación acerca del deseo de los padre hacia sus hijos. El analizante dijo: “Yo vivo por mis hijos(as).” A lo que el analista respondió: “¿La vida de ellos? … Terminamos por hoy.” Tú que tienes hijos, ¿te removió algo esta frase? Y si no los tienes, eres hijo(a) sin duda. ¿Te resuena en algo a la relación con tus propios padres? 

El universo simbólico del bebé

Vivo por mis hijosAntes de nacer, el bebé se encuentra inmerso en un universo simbólico constituido por el lenguaje como estructura y los deseos de sus padres con respecto a él. Ellos lo soñaron e imaginaron un futuro para este(a) bebé, que en el mejor de los casos será uno propio. Escogen su nombre con mucho cuidado o al azar, pero siempre con un componente inconsciente importante. Hace unos días llegó a mi consulta un niño, y cuando le pregunto a sus padre por qué escogieron su nombre, me dicen que la primera sílaba es la primera del nombre del padre, y la última sílaba es la última del nombre de la madre. “Así tiene algo de los dos, se parece en una cosas a mí y en otras a ella.”, comentan el padre.

En otros casos, el/la bebé será la continuación del futuro truncado de alguno de sus padres. Llegará como un Mesías a cumplir los sueños rotos, los planes inconclusos  y las frustraciones de sus progenitores. Es fundamental, ante los(as) hijos(as) pensar en el contexto en el cual este niño o esta niña fue concebido(a). ¿Sus padres quieren para él/ella un futuro propio como sujeto de su deseo? O más bien, ¿lo toman como un objeto de satisfacción de su deseo?

Surgimiento del deseo

El deseo es un producto social porque se constituye en relación con los deseos percibidos de otros sujetos, en primer lugar el de la madre. Cuando hablamos de la madre, nos referimos a la persona que cumple la función materna.

Durante los primeros meses de vida (para garantizar la supervivencia del bebé) la madre está disponible para satisfacer todas sus necesidades. El infante está en una situación de desamparo y depende totalmente de la madre. En Psicoanálisis, la necesidad es una tensión intermitente que surge por razones puramente orgánicas y se descarga totalmente en la acción específica que le corresponde. Por ejemplo, el hambre se satisface con la acción de comer.

Cuando el bebé llora, expresa la necesidad en forma de demanda para que la madre realice una acción, al otorgarle un objeto que satisfaga esa demanda. Pero además, la presencia de la madre empieza a tomar importancia en sí misma y da una prueba de su amor. Esta doble función es el origen del deseo.

En este primer tiempo, el vínculo entre la madre y el bebé promueve la idea de unidad. Ambos se complementan, pues son cada uno es lo que colma el deseo del otro. Pero en algunas ocasiones, la madre se ausenta lo cual es experimentado por el niño como una pérdida del amor antes entregado. Esta alternancia entre presencia y ausencia, enfrenta al niño con la arbitrariedad y lo enigmático del deseo materno. Para descifrarlo, debe obtener la respuesta a la pregunta: ¿qué quiere? Para dar respuesta a esta pregunta, el/la bebé se identifica como el objeto que satisface el deseo de su madre colmando su falta. 

En un tiempo posterior esto da un giro, con la entrada del padre en la escena. Ya no ser puede ser lo que completa el deseo de la madre, sino tener un atributo que la madre desea. En cualquier caso, no lo tiene el/la bebé sino un tercero, aquel que cumple la función paterna.

¿Vivo por mis hijos(as)?

Vivo por mis hijos«Yo vivo por mis hijos(as)» es una expresión común, que sin duda tiene un sentido particular para cada individuo. Sin embargo, hay muchos padres y madres que viven para intentar hacer todo o dar todo a sus hijos(as). En un primer momento de la vida esto es necesario pero posteriormente debe darse un corte o un límite. Cuando esto falla, vemos padres o madres que continúan haciendo todo por sus hijos(as), desde darles la comida hasta completar sus tareas escolares. Los(as) hijos(as) continúan siendo dependientes de alguien más, lo cual de alguna manera obstruye su desarrollo como sujeto capaz de valerse por sí mismo.

Por otro lado, hay padres o madres que dan todo por sus hijos(as) en un intento de colmar todos sus deseos. Para ellos, no existe un «no» que ponga límites a lo que piden sus hijos(as). Y esto también tiene consecuencias, pues la vida los enfrentará con situaciones de frustración y su capacidad para manejarla será mucho menor. Pueden crecer creyendo que sus demandas siempre deben ser cumplidas y no hay nada más alejado de la realidad. 

En la relación con los hijos(as), hacer todo por ellos(as) y/o cumplir todo lo que creemos que ellos(as) desean no es vivir por ellos(as). Sin darnos cuenta, estamos viviendo sus vidas, siendo un obstáculo para el surgimiento de su deseo, su individualidad y sus capacidades. Más que decir «vivo por mis hijos», los(as) niños(as) necesitan que alguien desee para ellos(as) un porvenir individual. De lo contrario, corre la suerte de convertirse en su objeto de satisfacción incapaz de desear por sí mismo(a). En fin, un(a) hijo(a) necesita el amor de sus padres y el deseo de estos de un futuro propio como sujeto. 

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

el apego

¿Qué es el apego?

El vínculo con las personas nos brinda la oportunidad de manifestar la representación que tenemos de los demás en forma de afecto. La mayoría de las veces tenemos presente que contamos con un grupo de apoyo, o inclusive «personas favoritas» a quienes recurrir. Consideramos que nuestro auto-cuidado, depende un 100% de nuestro empeño y consciencia. Sin embargo, esta red de apoyo puede ser el soporte que nos proporcione afecto. Y de esta manera, sintamos que somos capaces de ver el mundo de una nueva forma. Veremos la relación de este afecto con el apego.

¿Cómo surge este afecto?

El apegoLa afectividad en nuestras vidas es esencial. Así sea que lo experimentemos nosotros mismos, o lo manifestemos hacia los demás. Todo lo que rodea al concepto que tenemos de afecto, viene con nosotros desde nuestros primeros momentos de vida. Desde esos mini instantes mágicos, estamos formulando ciertas referencias para saber cómo vamos a dar afecto y cómo vamos a recibirlo. Nuestros cuidadores primarios influyen muchísimo en estas referencias. 

De carácter universal

Para cada quien, el afecto se siente y se expresa de una forma particular. Entonces, fabricamos un concepto de lo que significa, que se ajusta a nuestro ser y se manifiesta a través de apego. En la teoría, apego significa un vínculo afectivo o enlace entre un individuo y una figura de apego (por lo general un cuidador). 

Este apego nos proporciona confianza para reconocer emociones e identificar lazos afectivos que nos permiten incorporar referencias. Así como discernir, quiénes son sinónimo de espacio seguro para nosotros. Los seres humanos, necesitamos de seguridad emocional. Este aspecto emocional que se da a través del vínculo que logramos con los demás, funciona como un organizador psíquico que puede promover el equilibrio interno. De este modo, esta es una sensación universal. 

Anatomía del apego

Impregnados de la necesidad de contacto, el apego nos posibilita la cercanía con el otro.  Entonces, da forma al modo de construir el mundo que nos rodea y la acomodación del vínculo a través de tres componentes esenciales:

  • Conductual, que se ve reflejado en la búsqueda adaptativa de regulación emocional por medio de la proximidad. 
  • Cognitivo, que se representa en nuestro modelo mental de lo que hemos interiorizado, y de qué formas podemos acceder de a este modelo, reflexionar y convertirlo en disponible al mundo.
  • Afectivo, experiencia afectiva asociada a sentimientos que despiertan la seguridad emocional hacia nosotros mismos y los demás.

Accesibilidad, disponibilidad y continuidad

Al entender nuestro modo en que nos desenvolvemos emocionalmente, nos encontramos en la capacidad de acceder a estas sensaciones, de convertirlas disponibles a los demás y de brindarnos formas singulares a través de los distintos vínculos de hacerlas sostenibles.

El psicólogo John Bowlby, en su teoría del apego, describe tipos de apegos que se ven involucrados en esta accesibilidad, disponibilidad y sostenibilidad a lo largo de nuestra vida:

  • Seguro, cercanía y afecto de cuidadores primarios, ofrecimiento de reconocimiento afectivo y mental que abre la posibilidad de generar sensación de autonomía, capacidad de sentir seguridad emocional y facilidad de regulación.
  • Desorganizado, falta de comprensión mental a través de lejanía emocional de cuidadores primarios que no permite la identificación propia, se ve reflejado en desregulación y falta de autocontrol.
  • Ambivalente, fluctuación constante entre el reconocimiento y no reconocimiento en los primeros momentos de vida que desencadenan respuestas ansiosas con sensación de estar atrapado(a) en la ambivalencia.
  • Evitativo, se ve reflejado en la autosuficiencia precoz en etapa de necesidad de cuidado que da lugar a una independencia exagerada. Esta separación excesiva puede generar actitudes controladoras e intrusivas.

La sostenibilidad de estos tipos de apegos puede variar. A través de los distintos vínculos y contacto con otras personas con distintas formas de relacionarse podemos darle continuidad o no a la forma de entender el afecto.

Inicios de desarrollo de mentalización

el apegoEl alcance del afecto en los primeros momentos de vida es expansivo. Amplia con proyecciones a lo largo de nuestra vida. Las primeras interacciones con nuestros cuidadores primarios, cargadas de lazos afectivos y apego, nos garantizarán un reconocimiento propio fortalecido o debilitado.

Este reconocimiento nos brinda una apertura única a nuestra capacidad de representación mental y psíquica de distintas sensaciones propias. Así como aquellas de los demás, a las que también les asignamos pensamientos. Diferenciarnos a través de auto-reconocimiento nos permite entender mejor las emociones, cuestionar cómo o por qué se generaron y controlarlas para elegir el curso de nuestro enfoque y atención. 

Requisito evolutivo

“Tenemos que partir de un modelo dialéctico del desarrollo del sí mismo, de acuerdo al cual la capacidad del niño para desarrollar una idea coherente de la psique depende de manera decisiva de si acaso él mismo se siente percibido como una psique por parte de su figura de apego”

Peter Fonagy. Psicólogo clínico y psicoanalista.

El apego nos posiciona ante una ventaja evolutiva. El sentir la seguridad de lograr cercanía emocional con otros nos ofrece la posibilidad de incorporarnos en las etapas del ciclo vital. Dictaminamos nuestra adapatación y comprensión del mundo a través de sentirnos emocionalmente seguros. La acumulación de nuestras experiencias se realza una vez inmersa desde la puerta del vínculo con los demás. 

Texto escrito por: Marjorie González. Psicóloga.

Referencias:

  • Fonagy, P.; Gergely, G.; Jurist, E.; Target, M. (2002). Apego, Mentalización, y Desarrollo del Yo

Saber y sabor de ser padres

Ser padres no es algo que esté dado a priori. Contrario a lo que nos enseñan y lo que dictamina nuestra cultura y algunas religiones, las mujeres y los hombres no son padres de forma natural o espontánea. No es un esencialismo que viene dado por el hecho de podernos reproducir. Tener un hijo es una cosa, y ser padres, ejercer la maternidad y la paternidad, es otra cosa.

Quizá esta idea pueda parecer en primera instancia escandalosa. Sin embargo, nuestra cotidianidad muestra constantemente cómo hay personas que tienen hijos sin el deseo de tenerlos o criarlos. Padres de cuerpo presente pero ausentes en su función, padres no presentes pero que sí ejercen su función, personas que sin haber procreado a un niño lo asumen como propio y lo crían. Y un sinfín de posibilidades más que muestran como nuestra capacidad reproductiva es algo del organismo. Esto puede o no estar acompañado del deseo y el amor por ese hijo, por cuidarlo, criarlo. Pero sobre todo, acompañarlo en un recorrido que a veces tiene un sabor dulce y otras amargo. Y cuando digo padres me refiero tanto a la madre como al padre, a ambos.

Función materna y función paterna

Por eso el Psicoanalisis Lacaniano habla de la función materna y la función paterna. Podemos definirlas como aquellas funciones necesarias para garantizar la vida de un niño desde antes de su nacimiento. Más allá, son funciones necesarias para que ese bebé, ese organismo que nace absolutamente dependiente de los cuidados de otro, pueda convertirse en un sujeto. Además, que se oriente y sepa hacer algo para atravesar las dificultades inherentes a la vida y la existencia. 

Si creemos con Jacques Lacan que lo que hay son funciones, la materna y la paterna, esenciales más no esencialistas, entonces estas funciones pueden ser ejercidas por cualquiera. Pueden ser ejercidas por los padres biológicos claro, pero también por una madrastra o un padrastro, por unos abuelos, por tíos, por un docente, cuidador, etc. 

Hacerse cargo

Esto muestra que, más alla de la biología, al ser funciones existen en tanto hay alguien que se hace cargo de llevarlas a cabo. Pero este hacerse cargo no solo incluye el dar de comer, cargar al bebé, asearlo, etc. Se trata sobre todo de eso que va a permitir nombrar y distinguir a ese niño. Estas funciones requieren que el adulto desee hacerlo, desee y ame a ese niño, es en sí un acto de voluntad.

Los genitores, es decir, los que engendran un bebé, nunca son padre o madre automáticamente. Es necesario pasar esto por la simbolización. Si tuvieramos esto presente, si nos hablaran de esto, pienso que sería más fácil y menos angustioso aproximarnos a la noticia de la llegada de un bebé, los cuidados agotadores de los primeros meses, y los sinsabores y retos que están presentes durante todo el encuentro con un hijo. Y me parece que estos retos y aprendizajes solo cambian con el tiempo, pero no desaparecen porque quererse no tiene horario ni fecha en el calendario.

Si nos liberáramos de los esencialismos, y nos dieramos el tiempo de preguntarnos por nuestro deseo en torno a la maternidad o paternidad. Esto implica hablar con nuestra pareja sobre la posibilidad de concebir un hijo, y de cómo pensamos esas funciones, con honestidad y apertura, con menos culpa y expectativa. Entonces, quizá sería todo más llevadero y satisfactorio. Podríamos ejercer la maternidad y la paternidad con mayor libertad, en posición de pregunta. Esto es ir más allá de lo que tradicionalmente se restringe para un hombre y una mujer frente a un niño y la idea de familia.

Saber y sabor de ser padres

Ejercer la maternidad y la paternidad implica un saber que se va construyendo, un saber que siempre será no todo. No se puede saber todo de algo, haber tenido un hijo no conlleva saber todo de ello, el basto desarrollo teórico de la pediatría, psicología, educación, etc., no ha resuelto la imposibilidad de saberlo todo de un niño. Ese saber no es solo teórico, no es una acumulación de conocimiento sobre el parto, el nacimiento, el desarrollo y la infancia. Yo diria más bien que es un saber hacer con un hijo, saber que siempre es único, porque ese hijo en tanto sujeto es singular, y por ello el vínculo que se establecerá con él también será único, y de ello ningún libro puede dar cuenta. 

Ejercer la maternidad y la paternidad implica también un olor, un gesto, una caricia, un ritmo, una mirada, un sonido, un sabor, a veces dulces, y otras no tanto. Aunque se tengan muchos hijos, siempre se tiene uno, más uno, más uno, porque ese encuentro entre los padres y ese hijo es único, con un saber hacer y un sabor singular e irrepetible.

Texto escrito por: Nathaly Ponce Ulloa. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.

Pataleta

Las pataletas: ¿qué son y cómo prevenirlas?

PataletasUna madre está preocupada por las constantes e intensas pataletas de su hija de 5 años. “¿Cómo una niña de esa corta edad puede tener ese carácter?”, se cuestionaba con desesperación y desconcierto. Esta niña ha tenido dificultades en el pre-escolar debido a intensas y frecuentes pataletas. La impotencia y frustración que podía sentir era compartida por su madre, quien sentía carecer del saber-hacer necesario para calmarla.

¿Cuántos padres se pueden identificar con esta historia? No es fácil verlos berrear y patalear en un restaurante porque quieren un dulce. También ocurren en el hogar, pues se niegan a dormir cuando sus padres le indican, o seguir rutinas. Para empezar, los pataletas son un fenómeno habitual en la infancia.

 ¿Por qué surgen las pataletas?

Las pataletas son de las primeras expresiones de autonomía de los(as) niños(as). Ellos(as) necesitan probar su voluntad y reafirmar su individualidad. Es un proceso muy similar al que ocurre posteriormente en la adolescencia. Usualmente aparecen cuando los niños empiezan a caminar. En ese momento, la expresión de los afectos aún no pasa del todo a través del lenguaje. Las mismas son frecuentes hasta aproximadamente los tres años de edad. Aunque esto puede variar de un niño a otro.

Según Aletha Solter la mayoría de las situaciones que pueden desencadenar una rabieta se clasifican en tres tipos:

  • El infante tiene una necesidad básica (hambre, sed, sueño) que no se puede satisfacer en el momento.
  • El niño cuenta con información insuficiente o errónea sobre la situación en la que se encuentra.
  • El infante necesita descargar tensiones, miedos o frustraciones, que pueden estar relacionadas directamente o no con el evento actual.

En edades tempranas, los niños no presentan una pataleta con el objetivo de molestar o manipular a los padres. Es una de las varias formas que puede tomar la expresión de ciertas emociones en ese momento de su desarrollo. 

Pataletas en niños mayores

Pataleta

Pero qué ocurre en el caso de niños(as) como el caso expuesto anteriormente, quienes se acercan a los cinco años y continúan con sus potentes berrinches. Generalmente, se debe tomar en cuenta se debe a otras causas y se debe considerar el caso por caso. Se debe estar atentos a las siguientes circunstancias:

  • Cambios significativos en la vida del niño, como mudanzas, nacimiento de hermanos, pérdidas, problemas familiar o económicos. En estas situaciones, el niño puede presentar una regresión a un estado anterior ya superado.
  • Poca experiencia de los padres para controlar los episodios y establecer límites claros.
  • Por medio de las rabietas los niños pueden obtener una gratificación inmediata, que no tendrían de otro modo. Pues se les dificulta tolerar las frustraciones diarias.
  • Dificultad para manejar el ímpetu de sus afectos, y/o para expresar en palabras lo que les ocurre.

Es importante observar la frecuencia con la que ocurren los incidentes, y el nivel de intensidad de los mismos. Es posible que un niño tenga pataletas esporádicas pero muy intensas. En algunos casos, los niños pueden hacerse daño. También puede presentar reacciones física que afecten el otras funciones como: la dificultad para respirar y/o el poco control de los esfínteres.

¿Cómo podemos manejar una pataleta?

PataletasEs importante este subtítulo, pues en ocasiones no existe un método para manejar las pataleta en todos los niños. Hay que tratar una pataleta a la vez, aunque se pueden hacer algunas recomendaciones generales.

Lo primero es conservar la calma durante el episodio. Puede ser complicado en cada situación pues como adultos también contamos con situaciones estrenaste fuera del hogar. Sin embargo, esto es primordial en el manejo de las pataletas. Si el adulto también se exalta ante su propia frustración, podría decir o hacer cosas que afecten el vínculo con el niño. Además, es muy probable que el berrinche no se extinga.

La mejor estrategia, aunque no lo parezca, es prestarle la menor atención posible. Al reflejarle al niño más frustración e ira de la que ya siente, la situación irá escalando en intensidad. Se debe tener precaución y comprobar que no corra peligro, se le puede brindar el espacio de que pueda calmarse por sí mismo.

Pregúntese si el motivo de la pataleta puede ser comprensible. Considere el nivel de desarrollo del niño y el problema que enfrenta. Aclárele que aunque usted comprende que es difícil por lo que está pasando, hay otras maneras de expresar lo que siente. En algunos casos, funciona abrazarlas y decirles alguna palabra sencilla que los ayude a calmarse, o devolverles en palabras lo que cree que le puede estar pasando.

La importancia del lenguage

PataletasEs recomendable no ceder, salvo en casos particulares que lo ameritan. La gratificación que obtendrá al explotar de esa manera enviará el mensaje equivocado. Más adelante será quizás el único, o uno de los pocos, mecanismos que tenga el sujeto para hacer su voluntad. Algo muy común en la actualidad, es la utilización de aparatos tecnológicos como consoladores en casos de berrinches.

Sin embargo esto, al igual que ceder, constituye una gratificación inmediata que puede prolongar la aparición de estas conductas. No interviene la palabra y la expresión de los afectos a través del lenguaje, en ninguna de los dos casos. Y ese será el único, o uno de los pocos mecanismos con los que contará el individuo para lidiar con las frustraciones de la vida.

Luego de que el niño ha podido calmarse un poco, es posible tener esa conversación. Se le puede decir que le avise cuando se le pase. Entonces será posible una exploración de lo sucedido. Se debe evitar nombrar al niño con etiquetas con las que luego pueda identificarse. Reforzarle el amor de los padres a pesar de estar enojados con el niño es crucial.

Auto-evaluación de los Padres

En el libro ¿Quién dijo que era fácil ser padres?, de Eva Milicic y Soledad López de Lérida se incluyen algunas preguntas para reflexionar sobre el tema:

  • ¿Le presto suficiente atención a mi hijo(a) cuando está simpático(a) o de buen humor?
  • ¿Conservo el control cuando el/la niño(a) presenta una rabieta?
  • ¿Soy un modelo suficientemente bueno de reacción frente a la frustración?
  • ¿Lo(a) expongo(a) a situaciones muy frustrante con frecuencia?
  • ¿Me pregunto cuál es el origen de la pataleta antes de actuar?
  • ¿Le digo cosas muy negativas sobre su carácter cuando tiene una pataleta?
  • ¿Se sentirá el/la niño(a) suficientemente satisfecho en sus necesidades de atención y afecto?

Pensar sobre estas preguntas en el día de día de los niños puede conducir a un mayor nivel de comprensión y a desenlaces muy distintos para el niño y los padres.

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias Bibliográficas:

  • Knobel Freud, Joseph. El Reto de Ser Padres. Ediciones B. Edición 2013.
  • Milicic, Neva y Soledad López de Lérida. ¿Quién dijo que Era Fácil Ser Padres?. Editorial Paidós. Edición 2013.
Sexualidad infantil

La sexualidad infantil

El niño(a) y la escuela: ¿de lo presencial a la virtualidad?

Ante la pregunta, ¿de lo presencial a la virtualidad?, lo primero que tendríamos que pensar es que la virtualidad es una necesidad ante una situación coyuntural y excepcional. Ésta que irrumpió de manera sorpresiva en el mundo humano. Los cambios que ha introducido la pandemia, particularmente en lo que respecta al encuentro cuerpo a cuerpo, nos invitan a pensar nuevas forma de relación del niño con la escuela.

El niño y la escuela virtualUna de las alternativas sería ser flexibles y creativos ante las limitaciones e imperfecciones que suponen todo comienzo. Así como reconocer el valor que tiene el intercambio de ideas y experiencias positivas y otras no tanto, para construir un nuevo saber. Adicionalmente, a través de los vínculos podemos tramitar algo de la angustia que nos pueda ocasionar, no solamente la nueva situación de encuadre laboral. También los efectos que la pandemia trae consigo en el ámbito personal, en los económico, familiar y en la subjetividad.

A propósito de los efectos a nivel subjetivo, uno de los que comienza a ser reportado por  los maestros, es la sensación de agotamiento y cansancio. Para algunos es producto de la concentración y atención que deben sostener ante la pantalla. Mientras que otros logran reconocer que dicho malestar tiene más que ver con lo enigmático de la situación. En este sentido, la flexibilidad también pasa por poder reconocer el malestar personal, así como el horror que nos produce lo no conocido. Tenemos una imagen predeterminada sobre cómo debe ser el escenario escolar. Esta imagen opera como un pre-concepto de lo que debe ser normal. Por tanto, cualquier cambio de las condiciones tradicionales nos parasen inverosímiles. Tendemos a catalogarlas como extrañas, como algo no familiar y por tanto las rechazamos porque están fuera del orden establecido.

No se trata de atenuar las dificultades a las cuales se enfrentan los docentes. Pues la modalidad de trabajo online con niños lleva implícita una serie de exigencias y restricciones. Se trata de pensar e interrogarnos sobre: cómo hacerlo y por qué lo hacemos. Ya que los métodos y técnicas que hasta ahora se han empleado donde lo presencial es prioritario, parecieran no ofrecer la posibilidad de mantener una continuidad del lazo social. Esto debería ser el foco que oriente el esfuerzo de sostener el trabajo por medio de las plataformas tecnológicas. Ya que mantener la continuidad de la vida en lo que se pueda, es una de las salidas  posibles para no quedarnos presos en el discurso sobre la pandemia.

El niño y la escuela virtualLos docentes y todos aquellos que trabajan  en el ámbito escolar, no escapan a los cambios que introduce la lógica de la época. Uno de esto cambio es el que ha introducido en nuestro tiempo la pandemia, donde la tecnología es la gran protagonista. Esto invoca a pensar cómo llevar adelante la práctica educativa considerando e involucrando al niño en lo que se propone. Lo que implicaría tener una mirada más allá de lo evolutivo y de la transmisión de contenidos. Es pensar y estar atentos a cómo el niño reacciona ante el nuevo escenario. Es fundamental en este momento de enigmas y pérdidas, que el docente supongan  que su encuentro con cada niño podrían ser el único espacio que él o ella tenga para hablar. Así mismo, para decir cómo vive la situación.

Por otra parte, la migración al espacio de la tecnología a la que se han  visto expuestos los maestros, no sólo trae consigo la necesidad de aprender o actualizarse ante el uso de las herramientas. También se han visto empujados a desarrollar nuevos técnicas para hacerse entender y para mantener la atención de los niños. Aquí hacemos una pausa para introducir un elemento que es fundamental entre las tareas que el docente que trabaja con niños no puede dejar por fuera. Esa es la comunicación con los padres, pues de ella dependen en gran parte el éxito o el fracaso que se pueda tener ante la propuesta de la escolaridad online.

El vínculo con los padres es esencial, mantener con ellos una comunicación constante y a la vez comprensiva. Esto es necesario, pues muchos de ellos en estos momentos están sobre exigidos por las circunstancias. Los padres  trabajan desde la casa, y tienen que acompañar y promover el encuentro online con el docente. Adicionalmente, deben orientar la elaboración de las tareas, tema que requeriría una revisión particular en cuanto a la cantidad de tareas que se le asignan a los niños. La responsabilidad de la transmisión de los contenidos escolares pareciera estar recayendo en gran medida en los padres.

Pero también encontramos a padres que se sienten invadidos en su intimidad. Otros reacciona de manera hostil por rivalidad con el docente cuando el niño y la niña muestran una intensa emoción, y piden ver o escuchar a su maestra. Todas estas situaciones que pueden interferir y hacer poco posible el desarrollo de la experiencia educativa online, plantean la necesidad de mantener un espacio de intercambio con los padres, pero también con el equipo de trabajo.

Texto escrito por: Stella Casanova. Psicoanalista. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.

Como hablarle a los niños de la muerte

¿Cómo hablarle a los(as) niños(as) de la muerte?

Hace unos años me enfrenté a una situación trágica que afectó emocionalmente a toda mi comunidad laboral. La muerta llega sin avisar y el shock se difunde como una epidemia dejando a pocos libres para reaccionar. Una vez que lo haces, hay que hablar de eso y sobre todo con los niños. Sin embargo, si existe un concepto del cual nadie o muy pocas personas quieren o pueden hablar es de la muerte. Una particularidad que no comparte con nada es que carece de una representación propia. Es decir, nadie ha experimentado la propia muerte. Más bien, hemos vivenciado en mayor o menor medida la pérdida de la vida a través de otras personas. Entonces, ¿cómo hablarle a los(as) niños(as) de la muerte?

Ahora imaginemos cuán difícil puede tornarse hablar de esto con un niño. Muchos de nosotros dudamos al hacerlo. Sin embargo, es un hecho inescapable de la vida, es parte del ciclo vital. Como tal debemos afrontarlo y de igual manera nuestros niños. Si queremos ayudar a manejar una experiencia de duelo por muerte, debemos dejarles saber que está bien hablar sobre eso. Generalmente, la necesidad de afrontar esta temática con los niños surge por alguna noticia en los medios de comunicación o por alguna crisis familiar o del círculo social cercano. Dependiendo del caso, puede tomar un tono emotivo o no. Hablarlo no resolverá el problema o el duelo, pero minimizará las ideas erróneas y ayudará a procesarlo, sobre todo en estos tiempos.

Los niños saben…

Cómo hablarle a los niños de la muerteMucho antes de lo que pensamos, los(as) niños(as) están familiarizados con el concepto de muerte. La muerte es parte de la vida, y en distintos niveles ellos(as) están conscientes de esto. Escuchan sobre esto en los cuentos de hadas; lo ven en la televisión y los video juegos; ven insectos y/o animales muertos; e incluso lo actúan en sus juegos. El nivel de comprensión depende de algunos factores tales como: la etapa de desarrollos en la que se encuentran y la exposición a través de la propia experiencia. Cada niño (a) lo procesa de manera individual dependiendo de estos factores. Pero los seres humanos, y los niños saben de pérdidas y duelos desde el momento mismo del nacimiento. 

La noción de muerte según la etapa evolutiva

Muchos estudios indican que los niños atraviesan una serie de etapas en cuanto a la comprensión de la muerte. Se relaciona con el desarrollo de las habilidades psíquicas y cognitivas. Generalmente se relacionan con la edad cronológica, aunque sabemos que cada sujeto mantiene su propio ritmo. Los niños en etapa pre-escolar usualmente perciben la muerte como algo reversible, temporal e impersonal. En la actualidad, esta idea se ve reforzada por algunos personajes de las caricaturas que se recuperan milagrosamente luego de sufrir aparatosos accidentes. 

Más adelante, aproximadamente entre los cinco y nueve años, la mayoría de los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es definitiva. Sin embargo, aún lo perciben como algo impersonal y de lo que pueden escapar. Durante esta etapa, algunos niños empiezan a personificar la muerte con imágenes tales como los esqueletos y fantasmas. Algunos incluso pueden tener pesadillas con respecto a estos personajes. A partir de los diez años en adelante, los niños empiezan a comprender que la muerte es irreversible, que todos los seres vivos mueren, y que eventualmente lo harán. En la adolescencia se inicia el desarrollo de puntos de vista filosóficos sobre la vida y la muerte.

La experiencia individual frente a la muerte

Como hablarle a los niños de la muerteSi bien, las etapas del desarrollo psíquico juegan un papel importante, cada niño se desarrolla a su propio ritmo. Cada niño se desarrolla en un entorno particular, dentro de un grupo cultural y religioso determinado. Y más importante aún, cada sujeto experimenta e interpreta sus vivencias de manera única, y tiene sus propios modos de expresar y manejar sus emociones. Por ejemplo, hay niños que empiezan a hacer preguntas sobre el tema desde muy temprano. Otros, experimentan la muerte de algún familiar como los abuelos y parecen poco afectados. Mientras que pueden tener reacciones muy emotivas por la muerte de una mascota. No importa cómo reaccionen ante estos eventos, ellos necesitan una respuesta empática y sin prejuicios.  Hace unas semanas una niña de 6 años a quien atiendo en consulta privada desde hace varios meses me cuenta algo curioso. Me dice que su abuelo materno murió y que ella debía llorar pero no podía. Se sentía triste pero no podía tener la reacción que creía era esperada por todos.

Barreras de comunicación

Muchos de nosotros tenemos la tendencia de no hablar sobre temas que nos enojan o desconciertan. Tratamos de esconder nuestros sentimientos y esperamos que sea lo mejor. Pero no hablar sobre un tema no significa que no estemos comunicando, al contrario. Los niños son excelentes observadores, y leen los mensajes en nuestros lenguaje corporal. Al evadir un tema le causamos a los niños más dudas y preocupaciones. Y a la vez, ellos pueden fantasear y crear en su mente un escenario peor o lejano a la realidad. Es mejor encontrar un balance entre la evasión y la confrontación con información que ellos puedan manejar a su edad.

Los adultos también podemos sentirnos incómodos por no tener todas las respuestas. Por esta razón muchas veces decimos “mentiras blancas”. Pero por más bienintencionadas que sean, pueden producir inquietud y desconfianza en los niños. Tarde o temprano ellos se darán cuenta de que no sabemos todas las respuestas, de que nadie las sabe.  Para ellos será más fácil si les decimos de forma calmada que no hay respuestas para todas las preguntas.

Ideas erróneas de los niños con respecto a la muerte

Cómo hablarle a los niños de la muerteComo mencionamos antes, de acuerdo con la etapa del desarrollo, los niños pueden interpretar la muerte de manera más concreta. Algunos niños la confunden con dormir, particularmente si escuchan a los adultos referirse a ella con eufemismos como: “descanso eterno”. Como resultado de esta asociación, ciertos niños podrían tener miedo de dormir o tomar siestas. Similarmente, si a algunos niños se les dice constantemente que alguien que ha muerto “se fue”, podrían tener miedo de separaciones breves.  Decirle a los niños que la muerte se debe a enfermedades o vejez, también puede ser fuente de confusiones.

En el caso de las enfermedades, es importante aclararles que sólo algunas enfermedades muy severas pueden producir la muerte; a pesar de que todos nos enfermamos a veces, usualmente mejoramos. De esta manera, los niños no se preocuparán demasiado ante enfermedades menores. Otra generalización inapropiada es que la gente muere vieja, en frases como “murió porque es vieja”. Esto puede llevar a decepciones cuando se den cuenta que gente joven también muere. Está bien decirles que la mayoría de las personas viven muchos años, pero algunas no. Y por último, introducir ideas religiosas cuando la religión no ha tenido un rol importante en la vida de la familia antes de la muerte. Por ejemplo, explicaciones como “se lo llevó Dios”, pueden asustarles al pensar que también puede llevarlos a ellos. 

Hablemos con los niños…

Quizás la parte más difícil de todas es que al hablar con otros sobre la muerte debemos examinar nuestras propias emociones y creencias. De ese modo podremos hablar con los niños naturalmente cuando las oportunidades se presenten. Esto involucra lo siguiente:

  • No es necesario iniciar una conversación si no existe una situación que afecte directa o indirectamente al niño(a). Podemos observar y tomar nota de sus inquietudes para determinar cuándo es un momento adecuado.
  • Lo primero y más importante siempre será escuchar y aceptar los sentimientos de los(as) niños(as).
  • Tratar de ser sensitivo con los deseos de los niños de comunicarse cuando ellos estén listos.
  • Mantener una actitud receptiva que fomente los intentos de comunicarse en los niños, al escucharlos atentamente y respetar sus puntos de vista.
  • Responder las preguntas de los niños en un lenguaje apropiado para su edad. No debemos dar explicaciones más allá de lo que ellos estén preguntando.
  • Ofrecer a los niños explicaciones honestas cuando estamos visiblemente afectados por alguna pérdida.
  • Brindas respuestas simples y breves, para que los niños no se sientan abrumados con demasiadas palabras que no puedan asimilar fácilmente. 
  • Verificar qué han comprendido los niños, sobre todo los pequeños quienes pueden ser más propensos a confusiones.
  • Aprovechar oportunidades de la vida diaria para hablarles sobre la muerte en situaciones en las que estén menos involucrados emocionalmente. Por ejemplo, la muerte de plantas o animales.
  • Darles tiempo para procesar la información a su propio ritmo, no hablar del tema en demasía, sino cuando sea natural hacerlo. 

La muerte es una pérdida y es un tiempo de tristeza y duelo. Es importante ayudar a los(as) niños(as) a aceptar esta pérdida y el dolor que la acompaña. Los intentos por protegerlos podrían negarles la oportunidad de compartir sus sentimientos y recibir el apoyo que necesitan. Compartir las emociones ayuda muchísimo, tanto a ellos como a los adultos a su alrededor.

Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.

Referencias Bibliográficas:

  • Kubler-Ross, Elizabeth. On Children and Death, MacMillan. New York, 1983.

Fuentes: