¿Cómo hablarle a los(as) niños(as) de la muerte?
Hace unos años me enfrenté a una situación trágica que afectó emocionalmente a toda mi comunidad laboral. La muerta llega sin avisar y el shock se difunde como una epidemia dejando a pocos libres para reaccionar. Una vez que lo haces, hay que hablar de eso y sobre todo con los niños. Sin embargo, si existe un concepto del cual nadie o muy pocas personas quieren o pueden hablar es de la muerte. Una particularidad que no comparte con nada es que carece de una representación propia. Es decir, nadie ha experimentado la propia muerte. Más bien, hemos vivenciado en mayor o menor medida la pérdida de la vida a través de otras personas. Entonces, ¿cómo hablarle a los(as) niños(as) de la muerte?
Ahora imaginemos cuán difícil puede tornarse hablar de esto con un niño. Muchos de nosotros dudamos al hacerlo. Sin embargo, es un hecho inescapable de la vida, es parte del ciclo vital. Como tal debemos afrontarlo y de igual manera nuestros niños. Si queremos ayudar a manejar una experiencia de duelo por muerte, debemos dejarles saber que está bien hablar sobre eso. Generalmente, la necesidad de afrontar esta temática con los niños surge por alguna noticia en los medios de comunicación o por alguna crisis familiar o del círculo social cercano. Dependiendo del caso, puede tomar un tono emotivo o no. Hablarlo no resolverá el problema o el duelo, pero minimizará las ideas erróneas y ayudará a procesarlo, sobre todo en estos tiempos.
Los niños saben…
Mucho antes de lo que pensamos, los(as) niños(as) están familiarizados con el concepto de muerte. La muerte es parte de la vida, y en distintos niveles ellos(as) están conscientes de esto. Escuchan sobre esto en los cuentos de hadas; lo ven en la televisión y los video juegos; ven insectos y/o animales muertos; e incluso lo actúan en sus juegos. El nivel de comprensión depende de algunos factores tales como: la etapa de desarrollos en la que se encuentran y la exposición a través de la propia experiencia. Cada niño (a) lo procesa de manera individual dependiendo de estos factores. Pero los seres humanos, y los niños saben de pérdidas y duelos desde el momento mismo del nacimiento.
La noción de muerte según la etapa evolutiva
Muchos estudios indican que los niños atraviesan una serie de etapas en cuanto a la comprensión de la muerte. Se relaciona con el desarrollo de las habilidades psíquicas y cognitivas. Generalmente se relacionan con la edad cronológica, aunque sabemos que cada sujeto mantiene su propio ritmo. Los niños en etapa pre-escolar usualmente perciben la muerte como algo reversible, temporal e impersonal. En la actualidad, esta idea se ve reforzada por algunos personajes de las caricaturas que se recuperan milagrosamente luego de sufrir aparatosos accidentes.
Más adelante, aproximadamente entre los cinco y nueve años, la mayoría de los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es definitiva. Sin embargo, aún lo perciben como algo impersonal y de lo que pueden escapar. Durante esta etapa, algunos niños empiezan a personificar la muerte con imágenes tales como los esqueletos y fantasmas. Algunos incluso pueden tener pesadillas con respecto a estos personajes. A partir de los diez años en adelante, los niños empiezan a comprender que la muerte es irreversible, que todos los seres vivos mueren, y que eventualmente lo harán. En la adolescencia se inicia el desarrollo de puntos de vista filosóficos sobre la vida y la muerte.
La experiencia individual frente a la muerte
Si bien, las etapas del desarrollo psíquico juegan un papel importante, cada niño se desarrolla a su propio ritmo. Cada niño se desarrolla en un entorno particular, dentro de un grupo cultural y religioso determinado. Y más importante aún, cada sujeto experimenta e interpreta sus vivencias de manera única, y tiene sus propios modos de expresar y manejar sus emociones. Por ejemplo, hay niños que empiezan a hacer preguntas sobre el tema desde muy temprano. Otros, experimentan la muerte de algún familiar como los abuelos y parecen poco afectados. Mientras que pueden tener reacciones muy emotivas por la muerte de una mascota. No importa cómo reaccionen ante estos eventos, ellos necesitan una respuesta empática y sin prejuicios. Hace unas semanas una niña de 6 años a quien atiendo en consulta privada desde hace varios meses me cuenta algo curioso. Me dice que su abuelo materno murió y que ella debía llorar pero no podía. Se sentía triste pero no podía tener la reacción que creía era esperada por todos.
Barreras de comunicación
Muchos de nosotros tenemos la tendencia de no hablar sobre temas que nos enojan o desconciertan. Tratamos de esconder nuestros sentimientos y esperamos que sea lo mejor. Pero no hablar sobre un tema no significa que no estemos comunicando, al contrario. Los niños son excelentes observadores, y leen los mensajes en nuestros lenguaje corporal. Al evadir un tema le causamos a los niños más dudas y preocupaciones. Y a la vez, ellos pueden fantasear y crear en su mente un escenario peor o lejano a la realidad. Es mejor encontrar un balance entre la evasión y la confrontación con información que ellos puedan manejar a su edad.
Los adultos también podemos sentirnos incómodos por no tener todas las respuestas. Por esta razón muchas veces decimos “mentiras blancas”. Pero por más bienintencionadas que sean, pueden producir inquietud y desconfianza en los niños. Tarde o temprano ellos se darán cuenta de que no sabemos todas las respuestas, de que nadie las sabe. Para ellos será más fácil si les decimos de forma calmada que no hay respuestas para todas las preguntas.
Ideas erróneas de los niños con respecto a la muerte
Como mencionamos antes, de acuerdo con la etapa del desarrollo, los niños pueden interpretar la muerte de manera más concreta. Algunos niños la confunden con dormir, particularmente si escuchan a los adultos referirse a ella con eufemismos como: “descanso eterno”. Como resultado de esta asociación, ciertos niños podrían tener miedo de dormir o tomar siestas. Similarmente, si a algunos niños se les dice constantemente que alguien que ha muerto “se fue”, podrían tener miedo de separaciones breves. Decirle a los niños que la muerte se debe a enfermedades o vejez, también puede ser fuente de confusiones.
En el caso de las enfermedades, es importante aclararles que sólo algunas enfermedades muy severas pueden producir la muerte; a pesar de que todos nos enfermamos a veces, usualmente mejoramos. De esta manera, los niños no se preocuparán demasiado ante enfermedades menores. Otra generalización inapropiada es que la gente muere vieja, en frases como “murió porque es vieja”. Esto puede llevar a decepciones cuando se den cuenta que gente joven también muere. Está bien decirles que la mayoría de las personas viven muchos años, pero algunas no. Y por último, introducir ideas religiosas cuando la religión no ha tenido un rol importante en la vida de la familia antes de la muerte. Por ejemplo, explicaciones como “se lo llevó Dios”, pueden asustarles al pensar que también puede llevarlos a ellos.
Hablemos con los niños…
Quizás la parte más difícil de todas es que al hablar con otros sobre la muerte debemos examinar nuestras propias emociones y creencias. De ese modo podremos hablar con los niños naturalmente cuando las oportunidades se presenten. Esto involucra lo siguiente:
- No es necesario iniciar una conversación si no existe una situación que afecte directa o indirectamente al niño(a). Podemos observar y tomar nota de sus inquietudes para determinar cuándo es un momento adecuado.
- Lo primero y más importante siempre será escuchar y aceptar los sentimientos de los(as) niños(as).
- Tratar de ser sensitivo con los deseos de los niños de comunicarse cuando ellos estén listos.
- Mantener una actitud receptiva que fomente los intentos de comunicarse en los niños, al escucharlos atentamente y respetar sus puntos de vista.
- Responder las preguntas de los niños en un lenguaje apropiado para su edad. No debemos dar explicaciones más allá de lo que ellos estén preguntando.
- Ofrecer a los niños explicaciones honestas cuando estamos visiblemente afectados por alguna pérdida.
- Brindas respuestas simples y breves, para que los niños no se sientan abrumados con demasiadas palabras que no puedan asimilar fácilmente.
- Verificar qué han comprendido los niños, sobre todo los pequeños quienes pueden ser más propensos a confusiones.
- Aprovechar oportunidades de la vida diaria para hablarles sobre la muerte en situaciones en las que estén menos involucrados emocionalmente. Por ejemplo, la muerte de plantas o animales.
- Darles tiempo para procesar la información a su propio ritmo, no hablar del tema en demasía, sino cuando sea natural hacerlo.
La muerte es una pérdida y es un tiempo de tristeza y duelo. Es importante ayudar a los(as) niños(as) a aceptar esta pérdida y el dolor que la acompaña. Los intentos por protegerlos podrían negarles la oportunidad de compartir sus sentimientos y recibir el apoyo que necesitan. Compartir las emociones ayuda muchísimo, tanto a ellos como a los adultos a su alrededor.
Texto escrito por: Roxana Palacios. Socia fundadora de Vital Minds. Psicoterapeuta psicoanalítica y psicóloga clínica.
Referencias Bibliográficas:
- Kubler-Ross, Elizabeth. On Children and Death, MacMillan. New York, 1983.
Fuentes: